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Actualizado: 8 de junio de 2025
Tan guerreros eran, que en los pequeños claros o intervalos de paz, ninguno supo hacer cosa de provecho, y la poca hacienda que tenían fue pasando a los prestamistas, disolviéndose toda en comilonas, timbas, inútiles viajes, cacerías y compras de armas para camorras.
Acordaos de su visita del año pasado al castillo de Malvar, donde se presentó con gran golpe de senescales, justicias, condestables, monteros y guardas. En una de las cacerías vigilaba yo la verja de Glendale cuando héte al rey que me echa encima su caballo, diciendo "¡Ouvrez, ouvrez!" ó cosa parecida. ¿Es ese el rey que ahora tenemos los ingleses?
Ya os oigo decir, amados míos, que estas cacerías, lejos de fortificar al hombre, le desmedran y embrutecen. Tan claro es eso como el agua; pero nuestro vigoroso Pez no había llegado aún, cuando le conocimos, al grado de envilecimiento que es el término de las pasiones locas. Su vicio era todavía un vicio del corazón, intervenido con la fantasía.
Decíase que en cierta ocasión había disparado el revólver sobre unos muchachos que le dirigían en son de burla el reflejo de un espejo a los ojos; se había batido con una pistola cargada de arena y otra de pólvora, y había matado a su contrario. Fue íntimo amigo del Naranjero, el célebre bandido de Córdoba, y se hacía acompañar por él en sus cacerías por la sierra.
En una hermosa noche del mes de octubre, durante las cacerías éramos vecinos en el campo , su marido había ido a pasar veinticuatro horas a París... A fuerza de súplicas y de juramentos, pude conseguir que me concediese pasar una hora en su habitación... ¡Perdón!... dijo la señora de Maurescamp, levantándose de su asiento , ¿si me fuese? No, no, no temáis nada.
Aquella obra maestra del pintor ambulante fué acogida con grandes risas, y el mismo Roger no pudo menos de convenir con la ventera en que aquel papagayo bizco y aquella ortografía fantástica perjudicarían á la buena fama del mesón y moverían á risa á los señores que allí se detuviesen á descansar y refrescar durante sus frecuentes cacerías. Sería la ruina de mi casa, exclamó la tía Rojana.
Hermoso y templado día, que convirtió en gratísimo paseo el camino de los tres amigos hasta Dunán, en cuyas calles vieron numerosos hombres de armas, guardias y escuderos de la escolta del rey y de sus nobles, hospedados por entonces en el vecino castillo de Malvar, centro de las reales cacerías.
Cierto mercader de pieles se presenta en una aldehuela del Pirineo con un buen acopio de ellas, adquirido en Argel: por esto, y por llevar los fardos y las maletas determinadas iniciales, y por algo que él dice sobre el clima africano y las cacerías en aquellas selvas, tómanle los sencillos aldeanos, que eran muy aficionados a la caza, por un famoso matador de leones.
Al extremo de la tierra firme, en una especie, de península, pedregosa, batida del mar por tres lados había un faro, hoy día destruido, rodeado de un jardincito, con setos de tamarindos tan cerca de la orilla, que cada marea un poco fuerte quedaban hundidos en espuma. Era aquél el punto de cita elegido ordinariamente para reunirnos, como he dicho, después de las cacerías.
La equitación, la caza, el ballar, el baile, eran entonces sus pasiones favoritas. Seguía a caballo las cacerías en los bosques de Compiègne, a pie las cacerías de tiro en los bosques de la Venerie y por la noche era una valsante infatigable.
Palabra del Dia
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