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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
Y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver; a lo menos, yo no dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar. -Todos haremos lo mesmo -respondieron los cabreros-; y echaremos suertes a quién ha de quedar a guardar las cabras de todos. -Bien dices, Pedro -dijo uno-; aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos.
Perdido a las veces por el gesto vago de los pastores que solían señalarle algún sendero de cabras al borde de los abismos, y cruzando, bajo un viento desesperante, las crueles parameras, donde le asaltó, más de una vez, el deseo de acostarse de pechos sobre la arena y dejarse morir, llegó por fin a Cebreros, un día lluvioso, a la hora de la siesta.
Orgulloso de la fuerza omnipotente que en aquel instante le comunicaba la embriaguez, veía a todos los toros, andaluces y castellanos, como débiles cabras que podía abatir con sólo un golpe de su mano. Lo del otro día no era nada. «¡Líquido!»... como decía el Nacional. «Al mejor cantaor se le escapa un gallo.»
19 Y Manoa tomó un cabrito de las cabras y un presente, y lo sacrificó sobre una peña al SE
Ahora no puede ser profirió Demetria sordamente. Pronto, pronto lo sabrás... Lo único que puedo decirte añadió después de una pausa es que en este momento me alegraría de estar cuidando cabras en los montes de Raigoso y no bajar jamás al llano. Dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Y sin decir otra palabra se apartó con presteza, prosiguiendo su camino.
La bautizó después en un arroyo con el nombre de Bienhallado, y allí la traía, enternecido, apretando el paso, para darle pronto buena leche de las cabras del convento. Después de abrazar a los religiosos y enjugarse gruesas gotas de sudor, sacó de los bolsillos del pantalón un sobre con el sello del águila rusa. Esto es lo que le manda el general Camilloff, amigo Teodoro.
Eran pastores de cabras el rebaño del pobre que realizaban el milagro de poder subsistir, ellos y sus animales, sobre una tierra estéril. Más adelante ya no encontró ninguna vivienda humana. La soledad absoluta, el silencio de las tierras muertas, la profundidad misteriosa de la carencia de toda vida, se abrieron ante sus pasos para cerrarse inmediatamente, absorbiéndolo.
¿Cómo puede ser eso? -respondió don Quijote-. ¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado, por estenso, que si se yerra una del número no puedes seguir adelante con la historia?
Por desechar fatigosos pensamientos, ó porque la cara viva y picaresca del muchacho le agradase, el P. Prior quiso darle conversación y se entabló el diálogo de esta manera: Hola, muchacho, ¿guardas cabras? No, señor, que son bueyes. ¡Cómo bueyes! Si son cabras, y las estoy viendo. Pues, lo que su merced ve ¿para qué lo pregunta?
De los pueblos Cários. Desde estos pueblos pasamos á los de los Cários, que están á 50 leguas de los Agaces, donde hallamos mucho maiz y algodon. Tienen tambien peces, carnes, puercos, avestruces, ovejas indianas, tan grandes como mulos, cabras, gallinas, conejos, y otras cosas de este género. Hay miel en abundancia, de que hacen tambien vino, cociéndola.
Palabra del Dia
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