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Partiéronse al rayar el día, yendo Cervantes disparado hacia la puerta de Jerez, llegando a punto que la abrían, y llegáronse a la Torre del Oro, y alquilando una barca, hacia la galera Marquesa bogaron, llegando a ella cuando sonaba el cañonazo de leva y tocaban en cada galera los instrumentos militares a la oración de la mañana.

A proa de la fragata suena un cañonazo... ¡Las rompientes, las rompientes!... Todo concluyó: no hay más esperanza, va derecha a la costa... El capitán desciende a su camarote... Al cabo de un momento, ocupa nuevamente su puesto en la toldilla con uniforme de gala... Ha querido engalanarse para morir.

De pronto, el cielo pareció escuchar aquella demanda, ciertamente justa, porque dos velas aparecieron a lo lejos; las dos cortaban el viento corriendo la una cerca de la otra, de modo que la embarcación del gitano debía encontrarse encerrada entre las dos o bien arrojarse a la costa; ¡y cuál no fue la alegría pública cuando reconocieron a dos escampavías del Gobierno que izaron el pabellón español, asegurándole con un cañonazo!

¿Me los da usted o no me los da? Cuando le digo que los necesito... Ve ahí en la cartera... sobre la cómoda; no si llega. El joven buscó el bolsillo de tafilete. Abriólo y cogió dos billetes de a diez nacionales; los guardó, y sin decir más palabra, salió del cuarto y de la casa. El golpe de la puerta de calle retumbó, como un cañonazo.

Luego que los indios lo advirtieron, atacaron este Castillo con tanto denuedo, que llegaron muy inmediato á su cimiento á descubierto: pero habiendo logrado descargar sobre ellos con felicidad un cañonazo á metralla, se apartaron prontamente, sin volver á pensar en tan temerario arrojo.

Embromó al boticario diciendo que no creía en la fuerza electrizadora de su uña; y el boticario, a fin de convencerle, le prometió que el día menos pensado, cuando estuviese él bien dispuesto, le llamaría y haría delante de él la experiencia de encender el candil y de disparar el cañonazo.

De las naves se perdieron nueve de las más pequeñas; parte dellas había ya desamparado la gente, y pasádose á los galeones y naves gruesas que iban bien artilladas. Nenguna destas se perdió, ni de otras que quisieron pelear. Una nave arragucesa peleó muy bien: dió un cañonazo á una galera que la seguía, que le llevó 19 remeros y cinco soldados, y viendo esto los demás, se alargaron della.

Cruzó el espacio un silbido rápido, estridente, un ruido semejante al desgarro de inmensa sábana, y en lo más alto del cielo, después de una detonación de lejano cañonazo, esparcióse un haz de puntos luminosos de diversos colores, que descendieron lentamente, dejando tras culebrillas de fuego. Eran los cohetes voladores que anunciaban el disparo de los fuegos artificiales.

Sin poderme contener, viendo el entusiasmo de los dos marinos, comencé a dar vueltas por la habitación, pues la confianza con que por mi amo era tratado me autorizaba a ello; remedé con la cabeza y los brazos la disposición de una nave que ciñe el viento, y al mismo tiempo profería, ahuecando la voz, los retumbantes monosílabos que más se parecen al ruido de un cañonazo, tales como ¡bum, bum, bum!... Mi respetable amo, el mutilado marinero, tan niños como yo en aquella ocasión, no pararon mientes en lo que yo hacía, pues harto les embargaban sus propios pensamientos.

Un minuto después los dos niños estaban instalados en las rodillas de Juan y lo abrumaban a preguntas. ¿Sois oficial? , soy oficial. ¿De qué? De artillería. ¿Los artilleros, son los que manejan el cañón? ¡Oh, cómo me gustaría oír tirar un cañonazo y estar muy cerca de allí! ¿Nos llevaréis un día cuando tiren cañonazos, no es verdad?