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Actualizado: 2 de junio de 2025


El corto bigote, negro todavía, contrastaba con su barbilla cenicienta. Sus ojos eran vidriosos, monásticos, tristes. Su humor sombrío. Creía descender de un rey de Aragón, y hacía remontar su apellido, etimológicamente, hasta un cónsul romano.

Del comedor llegaban hasta la sala trozos de brindis, risas, interrupciones, carcajadas... El nombre de Quiroga se oía varias veces repetido, mezclado con las palabras de consul, igualdad, derechos... El anfitrion que no comía platos europeos se había contentado con beber de cuando en cuando una copa con sus convidados, prometiendo cenar con los que no se habían sentado en la primera mesa.

»Cuando el señor cónsul y los cuatro marineros que habían presenciado el crimen nos trajeron la noticia a bordo, el más antiguo de los tenientes de navío, que había sucedido al excelente oficial que habíamos perdido, hizo evacuar las personas y las mercaderías de las factorías europeas, y comenzamos un fuego graneado contra la ciudad que la convirtió en cenizas en menos de dos días.

Dice que nunca de la ley y fueros Del Romano senado se apartára, Si el insufrible mando y desafueros De un consul y otro no la fatigára: Ellos con duros estatutos fieros Y con su estrecha condicion avara Pusieron tan gran yugo á nuestros cuellos, Que forzados salimos dél y de ellos, Y en todo el largo tiempo que ha durado Entre ambas partes la contienda, es cierto Que ningun General hemos hallado Con quien poder tratar de algun concierto.

Además, habiendo llegado a la tarde, supe que a la mañana siguiente salía el transatlántico francés La Ville de Paris, de Salgar para Colón y resolví embarcarme en él. Me despedí de los compañeros a quienes más tarde encontraría en Europa, y heme en viaje para Salgar, acompañado del excelente cónsul argentino en Barranquilla, señor Conn.

Mi Chermidy, simple como un remo, no adivinó que sería él quien pagaría el menú. Según los relatos oficiales, se relamía los labios y se prometía escuchar atentamente las comedias con que se acostumbra sazonar un festín chino. »Desembarcó con el cónsul y cuatro hombres de escolta, bajo una lluvia persistente. Ya comprenderá usted que no olvidaría su uniforme de gala.

Raguet y Catalina se miraron pálidos de terror; la puerta se abrió... Ante la vacilante luz de la bujía vieron un demonio inmenso que se adelantaba lentamente sobre sus dos patazas, con los ojos fosforescentes de cólera... Era Cónsul, el mono chimpancé. Al apercibir los gritos de Catalina había sacudido con tal fuerza la puerta de su jaula, que había cedido... ¡Venía a socorrer a su ama!

Circulaban por el gentío las más contradictorias noticias. Ya no se verificaba la romería: oponíase á ella el gobernador, al que los bizkaitarras, en su fervor separatista, llamaban despreciativamente «el cónsul de España». Después corría de boca en boca la certidumbre de que iba á celebrarse la fiesta.

Al cabo de una semana, el 7 de Mayo, llegó de Manila el cañonero americano Mac-Cullock, trayendo la noticia de la victoria del Almirante Dewey sobre la escuadra española, pero no traía órden de llevarme á Manila y á las nueve de la noche tuve con el mismo Cónsul, á su invitación, una segunda conferencia.

Nuestra marina quedó al arbitrio del Primer Cónsul, ya Emperador, quien, aspirando a vencer por el engaño a los ingleses, dispuso que la escuadra combinada partiese a la Martinica, con objeto de alejar de Europa a los marinos de la Gran Bretaña.

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