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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Un ciudadano suizo, del canton de Zurich, avecindado en el de Schwitz, el mas antiguo de la Helvecia, fabricó cuarenta monedas falsas, de veinte centimos cada una de valor, lo cual, reducido á nuestro modo de contar, forma la insignificante suma de treinta reales.
Doña Mónica, la patrona que le tenía alojado por la módica cantidad de tres pesetas cincuenta céntimos diarios en un cuarto de la calle de las Hileras, le aconsejaba prudentemente «que no hiciese caso y comiese», pero él no podía seguir este consejo prosaico al menos en su primera parte.
Rafael habló a don Fernando de sus costumbres extraordinarias, que muchas veces había oído relatar al padrino: sus baños de mar en Cádiz en pleno invierno, ante la gente, que temblaba de frío; sus regresos a casa en cuerpo de camisa después de dar la chaqueta a un compañero menesteroso; su régimen alimenticio, que no podía pasar de los treinta céntimos diarios.
Mientras usted estaba en el convento, yo he hecho algunas averiguaciones, y he sabido que el capuchino más popular de todo Lucca, es fray Antonio, y que sus actos de caridad son bien conocidos. Es él quien anda mendigando de puerta en puerta, por toda la ciudad, para conseguir los céntimos y las liras que hacen que los pobres tengan diariamente su ropa y pan.
Y era curioso ver con qué poco se contentaba aquella mujer acostumbrada al lujo y á prodigar el dinero como una princesa. Antes de estar iniciado en las dificultades de su posición, la he sorprendido alimentándose, según ella por gusto, con platos de su país que costaban apenas unos céntimos al día.
Ya sabes que no riño por cuestiones de dinero. ¿Que piden los trabajadores unos céntimos más de jornal o un nuevo rato de descanso para echar otro cigarro? Pues si puedo, lo doy, ya que gracias al Señor, que tanto me protege, lo que menos me falta es dinero. Yo no soy como esos otros amos que viviendo en perpetuo ahogo regatean el sudor del pobre. ¡Caridad, mucha caridad!
OTRA FÓRMULA. Se hacen fundir al baño maría cuarenta gramos de cera amarilla para diez céntimos de negro de marfil con una cucharada grande de aceite de lino. Cuando todo esté fundido se le incorpora, lejos del fuego, veinte gramos de esencia de trementina.
Guardó el dinero en una punta de su pañuelo de bolsillo y, sin detenerse, se encaminó hacia la calle de los Lombardos. Entró en una farmacia, compró una botella de aceite de hígado de bacalao para Germana, atravesó el arroyo, se detuvo en una tienda, eligió una langosta y una perdiz, y volvió, enlodada hasta las rodillas, al palacio Sanglié. No le quedaban más que cuarenta céntimos.
Los de la administración por exceso de celo y por antipatía instintiva hacia la masa jornalera, que vivía sin acordarse de la religión, hablando á todas horas de sus derechos, inventaban á cada paso nuevas reglamentaciones para cercenar algunos céntimos de los jornales ó aumentar el trabajo en unos cuantos minutos.
Sería un jurisconsulto eminente; los miles de duros rodarían hacia él como si fuesen céntimos; figuraría en las solemnidades universitarias con una esclavina de raso carmesí y un birrete chorreando por sus múltiples caras la gloria hilada del doctorado. Los estudiantes escucharían respetuosos al pie de su cátedra. ¡Quién sabe si le estaba reservado el gobierno de su país!...
Palabra del Dia
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