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Actualizado: 24 de julio de 2025
Mil memorias inexplicables nos agitan en aquel momento; aquellas memorias nos hacen gemir, nos hacen llorar, y no obstante, nosotros las queremos, las buscamos, ansiamos tenerlas cerca de nosotros, son nuestras, íntimamente nuestras. ¡Ay! son el sepulcro de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestros hermanos; son los sudarios de nuestra alma.
Le buscamos por todas partes y no le encontramos. Os suplico, condesa, que nos digáis dónde se halla: ¡vos debéis saberlo! LOS BARONES. ¡Es terrible! ¡Insultan a la condesa! ELSA. ¡Pero yo no le he visto! VALDEMAR. Eso no es verdad; nos ha dejado para correr junto a vos. ¡Le habéis visto! Llamad al conde: ¡insultan a su hija! ¡Nos han hecho esperar todo el día!
Solo el pueblo llora; pero llora de gozo, de gratitud al cielo por verse libre ya del monstruo que acuchilló á sus hijos. ¡Regocijaos, vosotros tambien, pobres proscritos! Dias de tanto horror no se borrarán jamas de la memoria de los hombres. Buscamos en vano el lugar en que estuvo situado el arrabal; no quedan ya ni escombros.
Y se embarcó, pensando que es necedad rodar por el mundo cuando, las más de las veces, lo que buscamos lo tenemos en la propia casa. Se había vuelto de repente mujer de orden; deseaba enterarse del estado de sus negocios; creía necesario conferenciar con su tutor. No sabía ciertamente qué podría decirle; pero consideraba urgente el verle, por el solo hecho de que vivía en California.
En tiempos del señor Lombroso teníamos, en efecto, unos cerebros especiales, y cuando queríamos trabajar, buscábamos, de acuerdo con nuestros gustos particulares o según la inspiración del momento, un hacha, un cuchillo, un revólver o una maza. Hoy, en cambio, buscamos un cerebro. El cerebro es nuestra herramienta. ¿Comprende usted mi situación?
Mirad le dije, monsieur Sans-délai que así se llamaba; vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos. Ciertamente me contestó. Quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis ascendientes, y por la noche ya sé quién soy.
Y allí, por último, sobre el dicho retablo, en el cascarón de la bóveda, hay un Juicio final, verdaderamente dantesco, que parece concebido por Giotto. ¡Aquel grupo de resucitados blancos que sube hacia la diestra del Dios Padre, y aquel otro grupo de resucitados negros que marcha lúgubremente por la siniestra, son interesantes y bellos hasta lo sumo para los que en el arte buscamos algo más que forma ó postura académica y realidad anatómica!
Ellos realizaron hace docenas de siglos lo que usted y yo buscamos ahora. Iban a la conquista del Vellocino de Oro, lo mismo que nosotros, argonautas con pantalones, al meternos en este buque... Y cuando el navío Argos estaba a punto de zarpar, el primero que saltó en él con la lira a cuestas fue Orfeo, el divino cantor, el primero de los poetas conocidos.
Largas horas pasamos sobre el campo saboreando los deliciosos recuerdos de tanta gloria, que como dejos de un manjar muy rico nos renovaban el placer del vencimiento. La noche era como de verano y como de Andalucía, serena, caliente, con un cielo inmenso y una atmósfera clara, donde algo sonoro fluctúa, cuya forma visible buscamos en vano en derredor nuestro.
»No entregará Dios el mundo á los que se embriagan predicando penitencia, y se enriquecen ensalzando la pobreza, y se dan al libertinage recomendando la castidad ; mas nosotros, que buscamos la dicha en la tierra y la felicidad en el cielo, bendeciremos á Allah porque nos ha dado la miel dulce, la rosa balsámica, el rubí encarnado, la seda joyante y la muger hermosa.
Palabra del Dia
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