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Actualizado: 3 de octubre de 2025
La pobre niña mira la hirviente espuma que forman los jugos del gogo con la infantil complacencia de la que eleva blancas burbujas de jabón. En su sonrisa hay, sin embargo, un no sé qué difícil de explicar.
Al pie de una gran peña que la cobija, rodeada por todas partes de zarzas y espinos y madreselva, menos por la estrecha abertura que sirve de entrada, brota de la piedra un chorro de agua límpida, se desparrama sobre ella en hilos de plata, cae formando burbujas en un recipiente de granito, se trasvierte luego y fluye en menudos cristales y resbala por el césped.
Los guijarros están tapizados de musgo de un verde sombrío con plateados reflejos; las delicadas algas que forman el limo, se levantan en pirámides empujadas por las burbujas de aire que se desprenden de la arena y que, parecidas á globos envueltos en inmensos cordajes, brillan como perlas bajo la temblorosa red de fibras.
Estremecíase éste con las burbujas acuáticas surgidas incesantemente del fondo de arena, donde crecían manojos de plantas gelatinosas, verdes cabelleras ondeantes, moviéndose en su cárcel de cristal líquido á impulsos de la corriente. Los insectos llamados «tejedores» rayaban con sus patas inquietas esta clara superficie.
En medio de mis diarias y prosaicas obligaciones era mi deseo, quizás insensato, lanzarme en alas de la imaginación á siglos remotos, ó tratar de crear las apariencias de la vida con materiales aéreos, cuando, á cada instante, la impalpable belleza de mis burbujas de jabón se deshacía al rudo contacto de algo real.
Sin embargo, no tenía sino muy vagamente el sentimiento de cometer una falta; mi laxitud era demasiado grande. Me parecía también ver sin cesar estallar en mi cabeza burbujas de las cuales salían rosas que producían siempre nuevas coronas de flores. Todavía después oía un silbido de un oído a otro; se habría dicho que una mecha azufrada me atravesaba la cabeza y que la habían encendido.
Y se dejó caer jadeante en una silla, sintiendo que, con la agitación de la danza, comenzaba a rodar todo en torno de ella; la explanada, la gente y hasta la gran torre de Marchamalo. Eso es er calor decía el padre gravemente. Un poco de refresco y se te pasará añadía Luis. Le presentaba una copa llena de aquel líquido de oro, coronado de burbujas, que empañaba el cristal con su frescura.
Recogíamos conchas, trozos de espuma de mar, mangos de cuchillo y piedrecitas negras, amarillas, rosadas, pulidas y brillantes. Al anochecer saltaban los pulgones en el arenal, y los agujeros redondos del solen echaban burbujas de aire cuando pasaba por encima de ellos la ligera capa de agua de una ola.
En cualquiera de ellos llegaría Freya. El primer día fué de oro y esperanza. Brillaba el sol en un cielo sin nubes; hervía el golfo con burbujas de luz, bajo una atmósfera inmóvil, sin que la más leve ráfaga rizase su superficie; el penacho del Vesubio era recto y esbelto, dilatándose sobre el horizonte como un pino de blancos vapores.
Dejó Engracia caer sobre la artesa la tabla, por cuyas ranuras diagonales resbalaban las irisadas burbujas del jabón, y secándose las manos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía hacia el pasillo del portal: Oiga Vd., señorita: usted desimule; aunque sea mal preguntao, ¿es Vd. la señorita Paz, la novia del señorito Pepe? Sí contestó secamente, evitando mirarla cara a cara.
Palabra del Dia
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