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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
Las mujeres y los niños ocupaban con preferencia las grandes balleneras; luego embarcaban los hombres por orden de edad. Se abstuvo Gillespie de unirse á los grupos que esperaban sobre la cubierta el momento de huir del buque. Sabía que él, por su juventud y su vigor, debía ser de los últimos. Un tranquilo fatalismo guiaba ahora sus acciones.
Cuando nos acerquemos al término del viaje descansarán dentro del buque, amarradas entre esas cuñas que hay en el suelo; pero durante la navegación van suspendidas afuera, prontas a ser echadas al agua en caso de peligro... ¿Y ese bosque de trombones amarillos con boca roja que surge por todos lados, como gargantas de dragón?
Pues bien: los poderes europeos necesitan estar bien armados, bien fuertes en el Río de la Plata, y mientras Chile y los demás Estados libres de América no tienen sino un cónsul y un buque de guerra extranjero en sus costas, Buenos Aires tiene que hospedar enviados de segundo orden, y escuadras extranjeras, que están a la mira de sus intereses y para contener las demasías del potro indómito y sin freno que está a la cabeza del Estado.
Los días anteriores, por inverosímil que parezca el hecho, no había pensado en confeccionar uno siquiera de sus delirantes brebajes. El regreso de Nápoles á Barcelona había sido triste; el buque tenía un ambiente fúnebre sin su dueño. Por todas estas razones, se le fué la mano á Caragòl en la medida, prodigando la caña hasta que el líquido tomó un color de tabaco.
A pesar de las promesas de seguridad y las sonrisas de los oficiales del buque, muchos pasajeros contemplaban con un gesto de indignación el Océano, lo mismo que si se quejasen de la infidelidad de un amigo. Cuando todos vivían olvidados del mar, éste se hacía presente con una cólera insólita.
Además, había el coro femenil, brillantemente vestido y con las piernas libres; las tiples abundantes en carnes y ligeras de ropa; un desfile de mallones rosados y voluptuosas redondeces que alegraba la imaginación del navegante, sin hacer olvidar los deberes de la fidelidad. A la una de la madrugada, cuando volvía al buque por los muelles solitarios, habían intentado asesinarle.
Cuando subió a la cubierta era muy tarde. Muchos esperaban el toque de mediodía para entrar en el comedor. Adivinó Fernando en las miradas de algunos y en el secreto de ciertas conversaciones que un suceso extraordinario había ocurrido en el buque. Vio venir hacia él a Maltrana con la majestad sombría de un hombre cargado de secretos.
Aún había sido ésta más grande al ponerse el buque en marcha. Se creía de regreso a su tierra, después de haber estado junto a la ciudad-esperanza, donde le aguardaban la salud y la riqueza.
Espiaban desde allí las entradas y salidas de los pasajeros. Seguían con mirada de admiración la marcha rítmica de las señoras que surgían de las pequeñas viviendas para perderse en un dédalo de calles alfombradas, ascendiendo a los pisos altos del buque, que ninguno de ellos había alcanzado a ver, y de los que llegaban rumores de músicas y fiestas.
Cuando la operación se practica en las deliciosas horas de la mañana, los pobres bogas saltan de contento; pero, repetida durante el día con frecuencia, en aquella atmósfera candescente, bajo un sol de que en nuestras regiones es difícil formar idea, constituye un martirio real. Una larga plancha une al buque con la orilla, a guisa de puente.
Palabra del Dia
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