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Actualizado: 23 de noviembre de 2025
Tiraban los bueyes penosamente, como si fuese á estallar la testuz bajo el yugo, esforzándose entre los gritos y los pinchazos de los conductores que los azuzaban coreados por sus partidarios, y cada vez que una piedra, con nervioso tirón, avanzaba algunos pasos, sonaba un clamoreo de los espectadores.
Estaba diciendo que si de mí dependiera, dispondría que no hubiese más novillos y todos fuesen bueyes; son más útiles a la agricultura. No pongas en vibración el hocico. No había reparado que te apellidas Novillo. No se trata de una alusión personal, sino de una apreciación de orden general. Tú eres un novillo inofensivo y adorable. Y ahora, en marcha a Inhiesta.
22 ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? 23 Entonces el SE
Nuestra subsistencia y abasto de carnes, servicio de bueyes, caballos y mulas, y en fin nuestras labranzas y sementeras, son ramos que en su mayor parte están pendientes de la arbitrariedad de aquellos enemigos, y nuestra defensa á sus devastadoras y continuas incursiones, se hace tan urgente como necesaria, y pone á aquellos enemigos en un respeto imponente.
Esto será objeto de un discurso que pronunciaré otro día, cuando tenga completos los datos estadísticos que estoy reuniendo. Necesito saber con certeza cuántos bueyes come cada día, cuántas docenas de gallinas, así como las toneladas de pescado y de pan que lleva devoradas.
También deberían mantener inmediatos a los pueblos una buena porción de bueyes para alquilarlos a los que los necesitasen para sus labranzas, fuesen españoles o indios; bien es que a éstos se les arreglaría un precio moderado que sólo sufragase el menoscabo de los bueyes y salarios de pastores.
Los bueyes, en el establo, mugían y los caballos daban coces terribles. Unas treinta hogueras brillaban en la meseta; se había entrado a saco en la leñera del anabaptista, se amontonaban los leños unos sobre otros, y mientras los hombres se quemaban la cara, sus espaldas tiritaban; mas cuando se calentaban las espaldas, los bigotes se cubrían de escarcha.
Dios había hablado a Moisés entre relámpagos y truenos, cuando no se conocían aún los derechos del hombre y los deberes del padre, que tenía hijos y esposas, esclavos, asnos, bueyes y cabras para explotarios, matarlos o venderlos; había hablado como un patriarca judío, como el rey del egoísmo, estableciendo, en primer término, la obligación de amarlo a él sobre todas las cosas del mundo, que todavía deben ser abandonadas por los que quieran servirlo en toda regla, la más gravosa de todas las cargas que han pesado sobre la conciencia del hombre, el deber humano que ha producido más palos, tormentos y matanzas, más lágrimas y sufrimientos, más miseria y más imbecilidad consuetudinaria.
Pero la mayor dificultad y trabajo fué pasar las tropas de caballos, bueyes y vacas, que eran mas de 3,000; porque como el arroyo era rápido, y poblado en el medio de muchas malezas y arbolillos, á los que nadaban, ó del todo los arrebataba, ó los enredaba, y tambien los sorbia y ahogaba.
Puesto en práctica este proyecto con la primera expedicion que salió de Montevideo, al mando de D. Juan de la Piedra, se descubrió el puerto de San José, donde quedó formado el primer provisional establecimiento; y por la poca agua que llevaban las embarcaciones, falta de caballos, bueyes y mulas para conducirla de las fuentes que se descubrieron, y mala calidad de los viveres, enfermò la gente, y faltó la constancia á esperar los socorros del Rio de la Plata ó del Rio Negro, que á poco tiempo fué descubierto: obligando con los términos mas violentos al comandante D. Antonio de Viedma á que se retirase con casi el todo de la gente, á la plaza de Montevideo, en el paquebot Santa Teresa.
Palabra del Dia
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