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Actualizado: 7 de junio de 2025
Hasta en la fría Islandia, tierra de brumas y de hielos eternos, los adoradores de los soberanos celestes se volvían hacia las montañas de lo interior, creyendo ver en ellas la residencia de sus dioses.
El río tenía estremecimientos de luz que lo blanqueaban y corría sin hacer el más leve ruido entre sus altas riberas pobladas de árboles y de palacios. A lo lejos se hundía la ciudad populosa con sus torres, sus medias naranjas, sus flechas, en las cuales parecía que estaban encendidas las estrellas como faros, y el París central dormitaba confusamente extendido bajo las brumas.
Pocos espectáculos son más interesantes que el de esas nubes de aluviones que arrastra la corriente: ocultan el fondo con su suciedad, pero poco á poco se aligera el color amarillento ó rojizo y poco después no son más que brumas casi imperceptibles que se desvanecen inmediatamente recobrando el agua toda su limpidez.
La memoria de la ofensa se deshacía, se disipaba entre las brumas del cerebro. Solo quedaba el tierno recuerdo de un amor feliz y el vivo pesar de no haber podido preservarlo de desgracia. Testimonio irrecusable era este, si lo supiera entender, de que continuaba enamorado y más que nunca.
Iba a contestarme cuando apareció al fin de la calle mi señor don Juan. Vióle la rubia y dió el grito de alarma: ¡Ahí viene papá! Y las muchachas echaron a correr. Despidióse el año, como suele despedirse en Villaverde y en la vecina Pluviosilla, con nieblas y brumas.
Se disolvieron las brumas matinales; el sol mostró al fin su disco brillante y limpio, prolongando en el suelo las sombras de hombres y árboles con una longitud fantástica. Surgían de la niebla colinas y bosques, frescos y chorreantes después de la ablución matinal. El valle quedaba por entero al descubierto. Desnoyers vió con sorpresa el río desde el lugar que ocupaba.
Se entregaba a sus amantes con una desfachatez ardiente que, después, pronto, se transformaba en iniciativa de bacanal, es más, en un furor infernal que inventaba delirios de fiebre, sueños del hachís realizados entre las brumas caliginosas de las horribles horas de arrebato enfermizo, casi epiléptico.
Este paisaje sólo es bello a la caída de la tarde: entonces las brumas del crepúsculo, traspasadas un instante por los rayos del sol, matizan delicadamente la vasta planicie, las colinas lejanas flotan en una neblina azulada, y sobre ellas resaltan como puntos blancos algunos caseríos.
El mar era casi negro, el cielo de un gris plomizo, y en las brumas del horizonte serpenteaban los rayos bajando a beber en las olas. Sintió Jaime en su rostro y en sus manos el húmedo contacto de algunas gotas de lluvia. Iba a estallar una tormenta que tal vez durase toda la noche. Los relámpagos brillaban cada vez más cerca.
Juan pasea su vista a lo lejos; la llanura que se extiende delante de él, plateada por la luz de la luna, le hace el efecto de un golfo sobre el cual flotaran brumas; le parece que el brazo que en aquel instante se desliza bajo el suyo de modo tan dulce, tan acariciador, lo arrastra allá abajo, al fondo de ese abismo. Buenas noches murmura sin mirar a su hermano.
Palabra del Dia
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