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Oyes, Miguel, ¿tienes noticia de tu familia? le dijo con amable entonación, pero rápidamente, como si le llamasen en otra parte y tuviese muy poco tiempo que perder. No señor; hace una porción de días que no tengo carta de papá; hoy le he escrito otra vez... Pues que está un poco enfermo. A Miguel le dio un brinco el corazón. ¿Ha habido carta? , ha habido carta.

Dio un brinco y se plantó sobre la baranda del corredor; ascendió luego fácilmente por el grueso sarmiento de la parra que se enlazaba retorciéndose a las columnas de madera que sostenían el tejadillo, encaramose sobre éste y echando una mirada recelosa en torno y otra de ávido anhelo a la ventana del palomar, sacó la lengua y se relamió repetidas veces con repugnante ausencia de sentido moral.

Menester es ilustrarse, pensaba ya el doctor López: menester es alcanzar con rapidez la civilización de Europa; dar un brinco audaz y saltar de este solo brinco los nueve mil años que de la civilización nos separan. Y nadie más a propósito que Pepito Domínguez para tan arriesgada empresa.

En mal hora quiso intimidar a Morsamor, quiso abusar de su fuerza y le echó mano al cuello con violento ultraje. Firme y poderosa era la mano de Cardoso. Si hubiera asido bien a Morsamor, le hubiera derribado y hasta aplastado; pero Morsamor, antes de que Cardoso le agarrase bien, se desprendió y se deslizó de entre sus garras, retrocediendo de un brinco hasta la pared de la cámara.

Miró a todas partes en busca de algo, y, percibiendo el balcón entreabierto, se lanzó hacia él. Abrió. Vió correr entre los árboles una cosa blanca, el bulto de un hombre en mangas de camisa. No se descolgó. Saltó de un brinco al jardín, y corrió hacia él como una saeta. Mas el hombre ya llegaba a la puerta de hierro, la abría, desaparecía.

Otro que no fuese Salabert hubiese dado un brinco al oir semejante atrocidad. El no hizo más que abrir los ojos repentinamente, para dejar caer los párpados otra vez quedando en la misma actitud soñolienta. No me parece mal. ¿De modo que puedo ir? ¡Ya lo creo que puedes ir! Lo que no podrás será entrar. ¿Pues? exclamó ya encrespada la bella. Porque no te recibirían. Amparo se levantó furiosa.

Y Kernok, poniéndose las pistolas a la cintura, y armándose de un largo cuchillo, se plantó de un brinco en la embarcación. Y si es una emboscada, si el navío hace un solo movimiento gritó al segundo , forzad los remos y poneos a distancia de garfio. Diez minutos después, Kernok saltaba sobre el puente del San Pablo con sus pistolas en la mano y el cuchillo entre los dientes.

El espectáculo que éste ofrecía era tan aterrador, que Andueza se puso de un brinco sobra la silla, y aplicando espuela al caballo, pardo al escape, no sin gritar a sus compañeros de orgía: ¡Agarrarse, muchachos, que el mar se sale y apaga el sango!

Por la noche se hablaba de ello alrededor de la humeante mesa, riendo al recordar las contorsiones de cuantos retrocedían espantados al borde del abismo, y encomiando á los que de un brinco se habían lanzado sin ajeno impulso en el vacío. El noble señor murió en un convento vecino en olor de santidad.

El aludido brincó sobre el diván, y, sin poder contenerse, dijo con marcado disgusto: ¡Pero eso es peor aún que defender la causa de mis contrarios!... Esto es defender lealmente la causa de usted respondió Leticia con acento y mirar blandos y cariñosos . Y si no, a la prueba... Pero déjeme usted concluir sin enfadarse. Aquí empezó Ángel a sentirse incómodo y desasosegado.