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El bizarro joven no abandonaba aquella sonrisa de ironía maliciosa. Guardó silencio un instante, y dijo al cabo: ¿Sabe usted, tía, qué nombre damos entre nosotros al casarse de este modo? ¿Cómo? Tomar estiércol. La marquesa sonrió con el borde de los labios; pero poniéndose grave en seguida, replicó: No; aquí no se puede decir eso, Pepe. Te repito que esa niña merece un partido brillante.

Tiene que andar, y andar de prisa, para alcanzar lo antes posible el terreno llano del valle ó las pendientes fáciles de los montes y encontrar algún camino de salvación; pero en la vaguedad de las cosas nada puede servir de indicio y todo parece un obstáculo. A la derecha huye la tierra: se cree estar al borde de un abismo; á la izquierda se yergue un peñasco: su pared parece inaccesible.

Aumentando los sedimentos disminuye el canal de desagüe, corre poca agua que se evapora en inmediata proximidad del borde, y cada gota deposita un pequeño grano de sílice: así se forma la parte superior del cono más abrupta que su base, y también á la vez resulta un apéndice cilíndrico, cuya superficie exterior, como el agua no corre completamente por igual, queda acanalada con estalactitas.

¿Ha visto usted la inquina que tiene la india conmigo? exclamó Agapo, sentándose en el borde de una silla, a la vez que echaba hambrienta mirada a la alacena. La señora tenía dos ruedecitas de patata sobre las sienes, y con su semblante fatigado mostraba a las claras padecer fuerte neuralgia. Tengo un dolor de cabeza... dijo ella, llevando una mano a la frente.

Deslizándose suavemente llegó al borde, y vio allá sobre el fondo verdoso su imagen mezquina, con los ojuelos negros, la tez pecosa, la naricilla picuda, aunque no sin gracia, el cabello escaso y la movible fisonomía de pájaro. Alargó su cuerpo sobre el agua para verse el busto, y lo halló deplorablemente desairado.

Abajo, en la cocina, Primitivo obsequiaba a sus gentes con vino del Borde y tarterones de bacalao, grandes fuentes de berzas y cerdo.

Nápoles se extendía en herradura por el borde arqueado del mar, expeliendo de su enorme masa blanca, cual si fuesen núcleos de espuma, los caseríos de los suburbios.

No habría a mis ojos héroe mayor en el tiempo, en el espacio que aquel que, sereno y consciente, de pie en el borde del abismo mirara un instante sin vértigo el vacío extendido a sus pies, y luego... ¿Cuál de ustedes renovaría la hazaña de Bolívar, mis amigos? dijo una voz.

Voy a acompañar a los muchachos que se van contestó Melchor mientras, sentado en el borde de su cama, se calzaba tranquilamente las botas de montar. ¿Y usted también se va con ellos, don Melchor?... le preguntó insinuantemente Baldomero. ¡Ni pienso!... ¿a qué?... ¡No! Voy a acompañarlos hasta la tranquera del bajo.

El color amarillento, las encías ulceradas y de un rojo de púrpura en su borde, son síntomas mas propios del carbonato de cobre. La tos sanguinolenta pertenece al acetato de cobre, así como tambien la accion sobre el dérmis con la que tiende al desarrollo de escrecencias ficiformes, y aproximándose en esto al ácido azótico.