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Actualizado: 21 de julio de 2025


Aprendían á coser, á bordar y á hacer calceta; muchas sabían de cocina; no pocas planchaban perfectamente; pero casi siempre se procuraba que no aprendiesen á escribir, y apenas se les enseñaba á leer de corrido en El Año Cristiano ó en algún otro libro devoto. Las chachas Victoria y Ramoncica se habían educado así.

Pero no se recuerda un solo caso en que la habilidad de Ester se solicitase para bordar el velo blanco que debía de cubrir el rostro pudoroso de una novia conducida al altar. Esta excepción indicaba lo inextinguible del rigor con que la sociedad reprobaba su pecado.

El oficio principal de Juanita era coser y bordar, para lo cual había desplegado aptitud superior a la de su madre. Juanita no tenía que emplearse en más bajas ocupaciones.

Gonzalo, después de un rato de conversación en voz baja con su novia, se levantó, dió tres o cuatro vueltas por la sala, y vino a sentarse al lado de Venturita, con la cual solía tener jarana. Gustaban ambos de embromarse y retozar después que había nacido la confianza. La niña estaba dibujando unas letras para bordar. No vengas a hacer burla, Gonzalo.

no cres amigo mío, Bautista. Bautista protestó. ¿Y ella sabe que estoy aquí? , lo sabe. ¿Cómo se puede verla? dijo Zalacaín. Suele bordar en el convento, cerca de la ventana, y por la tarde sale a pasear a la huerta. Bueno. Me voy. Si me ocurre algo, le diré a ese señor extranjero que vaya a avisarte. Mira a ver si puedes alquilar un coche para marcharnos de aquí. Lo veré.

Ya se comprenderá que tertulias formadas por una joven de veinte años y por ancianos de setenta serían muy sobrias y sobre todo poco ruidosas; dos mesas de juego en un rincón, los bastidores de bordar de Antonia y de la señora Braun en medio del salón y sillones al rededor para los que preferían al wist o al boston, la conversación; tales eran los accesorios de aquellas sencillas reuniones.

Juanita no fue nunca a la miga, pero su madre le enseñó a coser y a bordar primorosamente; y el maestro de escuela, que le tomó mucho cariño, la enseñó a leer y a escribir gratis en sus ratos de ocio. Desde que tuvo nueve años, Juanita fue de grande auxilio a su madre, que hasta mucho más tarde no se dio el lujo de tener una sirvienta.

Ahora me conviene seguir por un justo término medio: salir poco de casa, coser y bordar mucho e ir con frecuencia a la iglesia, a misa y a mis devociones, muy humilde, con vestidito de percal, y cobijada así, borrar la mala impresión que necia o inocentemente he causado, y hasta llegar a adquirir reputación de santa

dando tumbos, despéñase un torrente: entre un choque ruidoso de guijarros y un murmullo de roce de chinarros se desliza del río en la corriente. Vuelve a lucir el sol. La lluvia es fina como agujas de plata, en cuyos ojos ténues hilos de oro el sol enhebra; pero quiere bordar, en sus antojos, un capricho en el agua cristalina y las agujas y los hilos quiebra.

En una hora de trabajo hacía ella más que otras en cuatro... y bien hecho, no vaya usted a creer. Tiene unas manos de oro para bordar, y para los estudios una comprensión tan rápida que pasma. Hoy, sin agraviar a nadie, se puede decir que es la mejor profesora que tenemos... Hasta en los deberes religiosos se conoce que a esta criatura le ha faltado siempre algún tornillo.

Palabra del Dia

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