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Actualizado: 21 de julio de 2025
A pesar de estar su vista cansada por los años, emprendió la tarea de bordar un paño de altar para regalo a la parroquia, y mientras tenía caladas las antiparras y la aguja en la mano, aunque su esposo la llamara, tardaba en acudir.
Allí aprendió a escribir con bonita letra, a hablar bastante bien en francés y rudimentos incompletos de muchas cosas: de coser poco, de bordar algo y de rezar mucho.
Al entrar en el soportal de una calle estrecha y solitaria, el caballero apretó el paso y las mujeres lo aflojaron, de suerte que muy presto se juntaron. El caballero se dirigió a María y le dijo gravemente en voz baja: Señorita, esta noche llegué de donde usted sabe. He pedido a Dios que le trajese a usted bueno, don César. Gracias, gracias. ¿Ha terminado usted de bordar el estandarte?
Su único contento era entonces revolver su tesoro, ordenar y distribuir los objetos, que eran de una variedad extraordinaria, y por lo común, de una inutilidad absoluta. Los pedacitos de lanas de bordar y de sedas y trapo llenaban un cajón.
Á los pocos momentos recobró la fugitiva su buen humor habitual, y sentándose, casi olvidada del peligro reciente, exclamó: ¡La Santa Virgen me proteja! Ved cómo me he puesto de agua y lodo. De esta hecha me encierra mi madre por una semana en mi cámara, haciéndome bordar mañana y tarde la famosa tapicería de los Siete Pares de Francia.
El padre de Magdalena, antes de responder, se quitó con calma los guantes, dejó el sombrero sobre una butaca, y sólo entonces rompió el glacial silencio que tuvo un rato en tortura a nuestros dos jóvenes, para decir con acritud: ¡Ya estás aquí otra vez, Amaury! ¡A fe mía que vas a hacer un gran diplomático si sigues estudiando la política en los tocadores y las necesidades y los intereses de tu país viendo bordar a las niñas!
Doña Crucita, que se había dedicado a bordar pájaros, despachaba semanalmente una bandada de aquellos preciosos seres, y a veces el comedor parecía una selva americana, porque los había de todos colores, y además mariposas y florecillas, todo inventado por la señora que creaba las especies con su rica fantasía, de tal modo que se viera muy perplejo Buffón ante tal maravilla.
El buen Pablo se retorcía de dolor, pero sin gritar, porque respetaba mucho el sueño del papá de la feroz muchacha. Por Dios, Valentina, si estás equivocada... No fué más que un instante para preguntarle si había concluído de bordar mis pañuelos...
Con arreglo a este principio, Goethe se libertaba de sus pasiones desgraciadas, de los recuerdos que más pesar le traían, de los deseos que más le atormentaban y hasta de sus remordimientos, tomándolos por objeto de su observación, haciéndolos asunto de su imitación, buscando en ellos lo característico, y acudiendo luego con la poderosa fantasía a bordar sobre aquella traza primera un poema, una leyenda o un drama; una obra de poesía, que le dejaba consolado y libre, y que debía ejercer sobre los demás hombres el mismo benéfico influjo que sobre él ejercía.
Palabra del Dia
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