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Siendo Bonis tan majadero, y no disponiendo de un cuarto, ¿cómo le habría querido, ni siquiera por broma, aquella señorona, quiere decirse, aquella pájara tan señorona, que parecía una reina? Y sin embargo... podía ser. Había indicios.

Tenía mucho gusto, sentía infinito, en el timbre había una extraña pastosidad voluptuosa, que era lo que llamaba Bonis voz de madre; , hablaba aquel timbre de salud, de honradez, de discreción femenina, de dulzura doméstica; pero... era poca voz para los grandes teatros.

Todo ello era una miserable especulación de Fuejos el zapatero para tentar a su mujer; pero ¿cómo siendo Fuejos su amigo, de Bonis, y excelente persona, se había permitido aquella calumnia? ¿No sabía Fuejos que se murmuraba en el pueblo si él, Reyes, tenía o no tenía que ver con la tiple?... Y sabido esto, que debía saberlo, ¿iba a decirle a su mujer, a la de Bonifacio, que?... ¡Imposible!». «No, la mentira no era del zapatero; era de Emma; ¡pero entonces la gravedad del caso volvía a ser tanta como se lo habían anunciado los sudores!

Bonis tenía miedo de ponerse malo con tanto desbarrar, y, sobre todo, porque se le empezaban a aflojar las piernas, síntoma fatal de todos sus desfallecimientos. Cesó la música, calló la voz, estallaron los aplausos, y Bonis cambió de súbito de ideas y sensaciones y de sentimientos. Volvió a la realidad, y se vio cogido del brazo por Mochi, que se le llevó, salón adelante, hacia el piano.

Vaya si es guapa dijo . Ya he visto yo esa cara. ¿Cómo se llama esa?, ¿la cuántos?... Serafina Gorgheggi, creo.... ¡Crees!... Pero ¿no lo sabes de seguro? Puede que la confunda con la contralto. Puede. Pero... no; , es la tiple; justo, la Gorgheggi. Ahora estás seguro, ¿eh? , seguro. Bonis se admiraba a mismo. ¡Aquello era crecerse ante el peligro!

Su silencio era muy ridículo, es claro. ¿Qué estaría pensando aquel señor? Lo menos, que él estaba loco. Bien, ¿y qué? Valiente cosa le importaba en aquel momento a Bonis que se riera de él el mundo entero. ¡Nepomuceno había pagado los seis mil reales! Esto, esto era lo terrible. ¿Volvería a casa? ¿Se escaparía?

No tengo verdadera religión..., pero por lo pronto... los amantes me dan asco... no quiero amantes...; esperaré a ver si vuelve la voz..., o si vuelves . Mochi es un mal hombre, un traidor, un miserable...; ya lo sabía, siempre lo supe. Pero ..., no creí que lo fueras también. Bonis, no me abandones.... Yo... te quiero todavía..., más que antes, mucho más de veras.

A propósito de piano... aunque ya está viejo el alcacer para zampoñas, yo quisiera saber teclear, así... un poco... aunque no fuera más que tocar con un dedo las óperas esas que tocas en la flauta. A Bonis le pareció muy laudable el propósito.

También era presentable el tío mayordomo pensó Emma ; pero esto no quita que las pague todas juntas, como todos. El tocado de Bonis fue obra más complicada, y dirigida, en efecto, por su mujer, que le hizo afeitarse en un decir Jesús, sin más contingencias que tres leves heridas, que ella misma tapó con papel de goma.

Bonis no se acordaba de que no había cenado todavía, y dejaba que la debilidad se apoderara de él. Empezaba a sentirse mal sin darse cuenta de ello.