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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Esta buena expresion de Welington hubo de inspirar á uno de nuestros compañeros de expedicion, el cual dijo: esa columna es un digno pedestal de aquella estátua. Realmente, Napoleon no necesitaba menor cimiento. Subimos á nuestro carruaje, y á los veinticinco ó treinta minutos estábamos en el bosque de Bolonia.
¿Tendremos tangerinas?... Ciruelas de Burdeos. Eso es caro; pero yo lo sacaré barato. Regatearemos, sí señora; regatearemos. El queso de Italia, la cabeza de jabalí y las salchichas de Bolonia me gustan. Todo eso, traído al por mayor, puede obtenerse... en buenas condiciones. No tomaremos Champagne. Es muy caro. Veremos si hallo una partida..., pues..., en buenas condiciones».
Vemos á la vez el arco del Triunfo, el dilatado bosque de Bolonia, el Obelisco de la Plaza, mientras que nadando sobre la copa de los árboles que pueblan el jardin de las Tullerías, allá, como una nube medio perdida en el horizonte, como el amago de una borrasca, como la aparicion indecisa de una sombra, se levanta trémulamente, segun la ilusion óptica, la torre negra del Palacio Imperial.
Mucho tiempo despues tuvo lugar un baile en palacio, y una señora de las asistentes llevaba un objeto de que constaba ser portador el asesinado en el bosque de Bolonia. Dieron principio las sospechas, luego las pesquisas, por fin se adquirió la evidencia del crímen, el capitan fué ahorcado, y el célebre bosque vió alzarse una piedra en obsequio y honra del fiel vasallo Catelan.
Los otros hombres se esforzaban por adularla y serle gratos, mientras que Miguel mostraba un carácter imperioso, semejante al suyo, discutiendo con ella, atreviéndose á contrariarla. Algunas vecen salían juntos á caballo para galopar por el Bosque de Bolonia bajo la vigilancia de Toledo. Un tormento para don Marcos.
Este relato hubo de repetirlo el bueno del portero en obsequio al conde, añadiendo finalmente que el señor de Auvray y su acompañante habían tomado un simón, y que él les oyó dar esta orden al auriga: ¡Volando al Bosque de Bolonia... avenida de la Muette! El conde no quiso saber más; repitió estas señas a su cochero y partieron al galope.
Venía á llevárselo para dar un paseo por el Bosque de Bolonia. La madre tuvo que acariciarle con vehemente ternura, y aún así, no pudo sofocar sus protestas de niño mimado. ¡Yo quiero quedarme con tío Manuel!... Pero tío Manuel necesitaba salir solo, y se lo explicó así al pequeño tirano, con palabras de excusa.
Había dado una garden-party en una sección del Bosque de Bolonia, con juegos náuticos, danzas de bailarinas sagradas traídas de Asia y un buffet para tres mil invitados. Otra vez gastó medio millón transformando una gran parte de su hotel en interior de palacio persa, para un solo baile de trajes, volviendo el día siguiente á restaurar los salones en su primitivo estado. De pronto desaparecía.
Después volvió a montar a caballo, dirigiose al trote hacia el Bosque de Bolonia, y habiéndose tropezado con un amigo en la alameda de Madrid le habló de las últimas carreras y de las próximas a celebrarse en Chantilly, y así conversando transcurrió otra media hora.
Si lo hubiese querido, habríale hecho pasar a latigazos por uno de esos arcos de papel, por donde ella pasaba todas las noches en el circo; pero prefirió hacerse regalar un lindo hotel en las cercanías del Bosque de Bolonia con todo lo necesario para vivir en él confortablemente.
Palabra del Dia
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