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Actualizado: 4 de octubre de 2025


Su cara se hallaba al nivel de aquella tierra que en otros tiempos había trabajado su padre. Por fin volvía a ver aquel rincón de verdura; el patio convertido en vergel por los canónigos de otros siglos. Su recuerdo le había acompañado cuando paseaba por el inmenso Bosque de Bolonia y por el Hyde-Park de Londres.

En Bolonia salió a recibirle el Conde de Sena hasta una milla de la ciudad: en Florencia, Módena y Parma se detuvo poco y sin parar mucho en Roma, continuó hasta Nápoles, ya porque allí hubiera mayor facilidad para cobrar fondos que de España le mandasen, ya porque tuviese órdenes que recibir del Virrey, Conde de Oñate, a quien Felipe IV había encargado que cuidara del cumplimiento de cuanto se refería al propósito del viaje.

Durante las semanas que había estado confinado en mi dormitorio, había conseguido hacerme de un buen número de libros, y descubierto ciertos hechos y datos concernientes al difunto cardenal que en cambio de su libertad había tenido que revelar su secreto. Andrea Sannini, según parece, era natural de Perugia, llegó a arzobispo de Bolonia, y luego se le otorgó el capelo cardenalicio.

Pienso levantarme muy temprano, y sin que lo sepa mi mujer, me iré al Luxemburgo, visitaré el palacio, pasearé por las alamedas, luego tomaré el ómnibus que va á San Cloud, partiendo del palacio Real y haciendo escala en el arco del Triunfo, y me alargaré hasta el famoso bosque de Bolonia. =Dia décimo nono=. Omnibus. El Paris de acá y el Paris de allá. Palacio de Luxemburgo.

Allí, en torno de aquella gran chimenea, hay un caballero de guantes amarillos que refiere sus aventuras de la mañana y sus apuestas en el bosque de Bolonia; un periodista orador que relata en la conversación su folletín del día siguiente; un dandy que vive a expensas de una actriz y la paga con elogios; otro que se arruina por ella y se ve obligado a enumerar sus perfecciones como para justificar ante sus amigos el empleo de su dinero; todo esto, formando una extraña confusión, una amalgama de amor propio y pretensiones, suministraría material suficiente para escribir cien volúmenes, y mi único propósito es referir una historieta.

Usted piensa díjele riendo, que el bosque de Bolonia es insuficiente como selva virgen. Eso puede llevar muy lejos repuso Luciana. ¡Bah! El mundo es tan pequeño... Pronto se le da la vuelta. ¿Qué es lo que usted llama pronto? Dos o tres años... ¿Y encuentra usted que es poco? Eso prueba que no deja usted detrás ningún pesar.

Sépalo el brillante Alejandro Dumas. Hubo tiempo en que los vasallos se confesaban para caminar; tiempo en que los bandoleros y asesinos empedraban el bosque de Bolonia, si el gran novelista me permite la palabra empedrar.

Estuvo allí dos días, y la noche última que se fue a despedir dél le tuvo más de tres horas sentado tratando de diferentes cosas, y mandó al que cuidaba dél que previniese caballos para el siguiente día y le acompañasen diez y seis millas, hasta un lugar llamado Ciento, donde estuvo poco, pero muy regalado, y despidiendo la guía siguió el camino de Roma, por Nuestra Señora de Loreto y Bolonia, donde no paró ni a dar cartas al cardenal Ludovico ni al cardenal Espada que estaba allí.

A las siete de la mañana, si te conviene. ¿Sitio? El bosque de Bolonia. ¿Avenida? De la Muette. Está muy bien. Creo que tendremos bastante con un solo testigo para los dos, pues cuanto menos publicidad demos al lance, tanto menos padecerá la reputación de Antonia. Se trata de calumnias y... ¿Cómo calumnias? ¿Te atreves a sostener que yo he calumniado a Antoñita?

Desde aquel arco descubriamos, á una distancia de un cuarto de legua, el bosque de Bolonia, cuyo camino aparece sembrado de árboles y elegantes quintas, que le comunican un aspecto muy grato, aunque no bastante pintoresco; porque yo entiendo por pintoresco lo que es variado, caprichoso, y sobre todo caprichoso de un modo agreste.

Palabra del Dia

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