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Actualizado: 11 de julio de 2025


Preséntase ésta después y asiste como testigo á las bodas de los nuevos Reyes; pero sus frases confusas dan á conocer la desesperación que le domina, proponiéndose, para vengarse de su infiel amante, casarse á su vez con el Condestable. En el acto segundo se han celebrado ya los dos himeneos. El lugar de la escena es una posesión de campo de Roberto.

Ella, sonriendo, las retiró, diciéndome graciosamente: «Y el cuento que entró por un caminito de plata salió por un caminito de oro». La revelación de Angelina me dejó triste, abatido, avergonzado. Entonces me cuenta de ciertas melancolías de la niña, cuando yo hablaba de bodas y noviazgos.

No en las bodas de D. Fernando y Doña Isabel, pero en las de su hijo primogénito el príncipe D. Juan con Margarita de Austria, que se celebraron en Burgos en 3 de abril de 1479, hubo de representarse también, según todas las apariencias, una especie de obra dramática.

En oyendo don Quijote la petición del herido, en altas voces dijo que Basilio pedía una cosa muy justa y puesta en razón, y además, muy hacedera, y que el señor Camacho quedaría tan honrado recibiendo a la señora Quiteria viuda del valeroso Basilio como si la recibiera del lado de su padre: -Aquí no ha de haber más de un , que no tenga otro efecto que el pronunciarle, pues el tálamo de estas bodas ha de ser la sepultura.

Celébranse las bodas de los dos Príncipes disfrazados, y al acabarse la primera parte de la comedia aparece España triunfante, no con vestidos de duelo, hollando bajo sus plantas á sus enemigos, y profetiza las glorias del reinado de Fernando y de Isabel.

Su esposa en cambio ni atendía ni quería oir hablar siquiera de sus cacerías, de sus disputas, de las ocurrencias de sus amigos. Todo lo que no fuese modas, bailes, descripciones de las soirées madrileñas, bodas de los grandes de España, le interesaba poco. Lo que más excitaba su curiosidad era cuanto se refería a los reyes y a la real familia.

»Hay un ejemplo en la historia que nos debe alentar mucho para llevar a cabo lo que te propongo. La Amada Santa Isabel de Hungría estuvo desposada desde su tierna edad con el duque Luis de Turingia, pero sin que las bodas se celebrasen hasta que ambos llegaron a la edad oportuna.

La Teodora, antes de hablar de esta ley y sus prácticas, miraba en torno con recelo. Todas eran casadas o viudas; no había ninguna mocita: podía hablar sin miedo. El principal personaje de las bodas era ella, la señora Teodora, alias la Catañeta, la encargada de catañear a la moza.

En las conversaciones de los días siguientes tuvo el buen acuerdo de no nombrar a la familia ni los Cigarrales, ni mentar cosa alguna que pudiese relacionarse con el importuno asunto de sus futuras bodas.

La joven había tenido la delicadeza de no llevar el aderezo de bodas, aquel terrible aderezo. Pero en cambio llevaba uno no menos rico de su madre. , ; ¡mis hijos! exclamó la duquesa ; pero hablad bajo... muy bajo... vos... añadió dirigiéndose á don Juan hacedme el favor de cerrar por dentro aquella puerta. Ahora venid, venid conmigo á mi recámara, donde nadie pueda escucharnos.

Palabra del Dia

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