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Actualizado: 26 de junio de 2025


La llamada de la Presentación, toda de piedra blanquísima, es una alegre muestra del arte plateresco, cincelada cual una joya, con adornos caprichosos y alegres de juguete.

El que más y el que menos de aquellos señores la había amado en secreto o paladinamente, y el mismo Bonifacio, muy joven entonces, tenía que confesarse que su afición a la ópera seria había crecido escuchando a aquella real moza, que enseñaba aquella blanquísima pechuga, un pie pequeño, primorosamente calzado, y unos dientes de perlas.

En cambio, recogieron diez o doce cocos y los partieron a hachazos. Como no estaban todavía maduros, sólo pudieron sacar de ellos el jugo, que es un agua fresca y azucarada, y un poco de la pulpa blanquísima de que está la cámara revestida por la parte interior.

Lagos numerosos, interminables cordilleras de montañas, caprichosamente cortadas, valles por todas partes de eterna verdura, praderas espaciosas y torrentes artísticos, cascadas, y bosques de árboles, paisajes risueños sembrados de elegantes y ligeras quintas esparcidas por todo el pais: los históricos Alpes coronados de blanquísima nieve, la limpidez de los rios que corren por su centro; todos estos accidentes bellísimos que la naturaleza ofrece por todas partes en Suiza, forman un conjunto delicioso, orígen de las seductoras descripciones que en tantos libros se encuentran de ella.

El cual, por lo demás, andaba de puntillas, sin tropezar en nada; y hasta consiguió taparla, sin que ella lo sintiera, un poco de la espalda blanquísima, por donde estaba cogiendo frío. Era en casa de su Serafina el mismo galán fino, pulcro, suave y mañoso que cuidaba a su mujer, a su tirano, como las manecitas negras de los palacios encantados.

Poco ganoso de volver a su cuarto triste y frío, el joven prestaba gustosamente oídos a la charla de su hostelera y sus ojos se detenían con verdadera complacencia en la blanquísima nuca que adornaban unos ricillos de su cabello, o bien en la flexibilidad de su cintura... A veces se quedaban ambos silenciosos; la mirada lánguida de Miguelina se encontraba con los azules ojos del guarda general; éste, de ordinario frío y reservado, se expansionaba, se atrevía a alguna insinuación galante, y entonces, con su intuición femenina, la hostelera del Sol de Oro adivinaba, por ciertas inflexiones de su voz llenas de emoción, que su huésped se iba haciendo cada día menos insensible a sus encantos.

No por eso dejaba de estar revestido de costosos tapices y de otros raros adornos, el salón donde se elevaba el pandal, estrado o sitio consagrado a la ceremonia. En compañía de Narada, Morsamor entró allí primero. Llevaba el viejo brahmán vestimenta litúrgica de escarlata, sobre cuyo fondo carmesí se destacaba la barba blanquísima y luenga.

Diole en la nariz cierto husmillo a gloria a Miguel de Cervantes, porque de una pequeña parte que vio, sacó un todo de perfecciones; y fue aquella pequeña parte una mano blanquísima, enriquecida con hermosos cintillos, que descansando iba, y por debajo de las cortinas, en la portezuela de la silla de manos; mano de alabastro, torneada; mano que hablaba en favor del brazo, y que, siguiendo por él, hacía soñar en un cuerpo humano poco menos que divino.

Ciento veinte pilares sostienen las lujosas bóvedas; hemos contado veintisiete capillas, y admiro los bajo-relieves, en bronce dorado, del altar mayor, un precioso grupo de mármol, que representa el descenso de la cruz, la estátua de la Vírgen, la de San Cristóbal, de nueve ó diez metros de altura, y otro grupo de mármol llamado el voto de Luis XIII, que representa una cruz de piedra blanquísima, medio cubierta por un paño con una maestría notable; al pié de la cruz aparece sentada la Vírgen María, teniendo en sus brazos al niño Jesus.

Palabra del Dia

lanterna

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