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¡Qué hermosa es! Como un velo tenue, su vestido blanco y diáfano flota en torno de su cuerpo encantador. ¡Y su cuello blanco! ¡Y aquellos hoyuelos en el nacimiento de los pechos! ¡Y aquellos brazos llenos y soberbios, sobre los cuales se estremece un leve vello de plata! ¡Y aquel pecho redondo y firme que sube y baja como las olas! La joven parece de belleza inaccesible... mujer y reina a la vez.

Muchos son efectivamente los puntos que ha dejado en blanco nuestro buen Siglo en punto a amnistía, en punto a política interior, en punto a honor y patriotismo de no qué hazañas, y en punto, en fin, a Cortes; pero más creemos que hubieran sido aún los puntos en blanco, si conforme era el 14 el siglo, hubiera sido el 19.

Ved que doña Clara es muy aguda de entendimiento y que no es cosa fácil hacerla ver lo negro blanco. No necesito engañarla; verla será para la vida, la entrada en el cielo después de haber salido del infierno. Es necesario que la mintáis. La diré que he ido á ver á mi madre. No; decidla más bien que habéis ido á ver al duque de Lerma. ¿Y para qué?

Cuidado que yo le pego un flechazo al blanco, por pequeño que sea y á trescientos cincuenta pasos, cosa que no pueden hacer muchos y muy buenos arqueros de ambos reinos; pero que me ahorquen si puedo leer mi nombre trazado con esos garabatos que vosotros usáis.

Hoy, el mar se industrializa por momentos; el marino, en su barco de hierro, sabe cuánto anda, cuándo va a parar; tiene los días, las horas contadas...; entonces, no; se iba llevando la casualidad, la buena suerte, el viento favorable. En aquel tiempo, todavía el mundo estaba mal conocido, todavía había derroteros tradicionales y una inmensidad de Océano en blanco jamás visitado por el hombre.

CADERA DE TORO. Se toma un trozo de un kilo, y en una vasija de barro se pone, con una cabeza de ajos, una cebolla grande, tres clavillos, seis granos de pimienta, una hoja de laurel, dos jícaras de aceite, dos de vino blanco, cuatro de agua y una cucharada de vinagre. Tiene que hervir de tres a cuatro horas. Al tiempo de servirlo se pasa la salsa y se espesa con una pastilla de chocolate molido.

Creemos que y á pensarlo así nos induce la muy curiosa relación de ellas consignada en el «Libro Blanco», inapreciable tesoro de memorias antiguas que se custodia en el Archivo de nuestra Catedral.

Sobre la mancha azul de sus capotes distinguió unas caras pálidas, unos ojos desmesuradamente abiertos por el martirio. Sus piernas arrastraban por el suelo, asomando entre las tiras de los pantalones rojos destrozados. Uno de ellos aún conservaba el kepis. Expelían sangre por diversas partes de sus cuerpos: iban dejando atrás el blanco serpenteo de los vendajes deshechos.

El corral, cercado antes con podridos cañizos, tenía ahora paredes de estacas y barro, pintadas de blanco, sobre cuyos bordes correteaban las rubias gallinas y se inflamaba el gallo, irguiendo su cabeza purpúrea.... En la plazoleta, frente á la barraca, florecían macizos de dompedros y plantas trepadoras.

Al principio volvió repetidas veces la cabeza para ver si la observaban los empleados del cinema y recibir su aprobación. Pero el espectáculo la hizo olvidarse pronto de la realidad. El alemán perseguía ya á la alsaciana, desarrollándose sobre el lienzo blanco las complicadas aventuras de la novela cinematográfica.