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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Costaron las candelas blancas en que ovo 63 libras a 6 mrs. la libra «e la quarentena con la maría» 6 mrs. y un dineroLib. del Mayordomazgo mayor de 1420. Conociendo un poco las costumbres de la época, puédese fácilmente reconstituir el cuadro que formaron los Sres. del Concejo sevillano, fundadores de la cofradía de Stas.

La calle ocupábanla ahora los vehículos de la busca, sórdidos, sucios, negros algunos de ellos como ataúdes, con toldos fabricados de viejos manteles de hule. Por las aceras pasaban y pasaban los grupos de trabajadores, con blusas blancas y el saquillo del almuerzo pendiente de un botón, o con chaquetones pardos y la boina calada hasta los ojos.

También existe una variedad de muy poco tamaño, y que al perseguirlo arroja un agudo chirrido: es común en todo el Archipiélago. Tagua ó ardilla. Existen varias especies: la más notable es la ardilla voladora, de cola parda y gris, con motas blancas; se sirve de la piel que le sobresale en los costados para dar su vuelo ó salto. Tampoco son muchas las variedades de paquidermos.

Al occidente se destacaba la cordillera de Simití como una cinta celeste, hundiendo sus cimas entre las blancas nubes; miéntras que al oriente, á inmensa distancia, se dibujaban como aéreos palacios las cumbres de color vago y confuso de la rama de la cordillera oriental que separa á las comarcas de Ocaña del norte de Nueva Granada.

A veces seguía á campo traviesa, de un grupo de cruces á otro, aplastando con la huella de sus neumáticos los surcos abiertos por la labranza. Tumbas... tumbas por todos lados. Las blancas langostas de la muerte cubrían el paisaje. No quedaba un rincón libre de este aleteo glorioso y fúnebre.

Cinco blancas de carne era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía comigo del caldo, que de la carne, ¡tan blanco el ojo!, sino un poco de pan y ¡pluguiera a Dios que me demediara! Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero, y enviábame por una, que costaba tres maravedís.

La inmensa sábana azul del Océano, donde brillaban tres o cuatro velas como blancas gaviotas, cerraban el panorama. Alrededor de la ermita, las mujerucas de los contornos, entre las cuales había más de una fresca y hermosa aldeana de rojos labios y blancas mejillas satinadas, vendían leche en pucheritos de barro negro.

La menudita se llevaba el pañuelo a los ojos y apretaba los labios para reprimir un sollozo. El tren avanza. Se abre a la vista una espaciosa llanura; se yerguen acá y allá grupos de álamos; las notas blancas de las casas resaltan en la verdura; un bosquecillo de granados se espejea en las claras aguas de un arroyo; revuelan grandes mariposas oscuras. Han pasado dos o tres estaciones.

Vió también el retrato de su defensor: un abogado viejo, de aspecto pulcro, con melenas blancas finamente peinadas y ojos juveniles. Adivinó Ferragut desde las primeras líneas que el maître no podía escribir ni hablar sin hacer literatura.

Por los regueros que traza el vaho al licuarse se ven montañas altísimas y blancas, bosques de hayas encaperuzadas de algodón, caseríos que tienen gruesos planos nos de nieve sobre las vertientes de sus tejados. Estamos atravesando la Saboya francesa; subimos, con bruscas alternativas de lobreguez de túnel y picante luz de nieve, las laderas de los Alpes. Nos aproximamos á Italia.

Palabra del Dia

bagani

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