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Actualizado: 16 de octubre de 2025


La gran vía romana entre Roma y Bizancio, antiguo camino de losas azules, pasaba por una calle de la moderna Salónica. Aún guardaba una parte de su pavimento y aparecía obstruída gloriosamente por un arco de triunfo, junto á cuya base de piedra carcomida trabajaban los limpiabotas, descalzos y con un fez en la cabeza.

Cuando el reinado de El-Hakem, habia ya tenido lugar en Córdoba la recepcion de aquellas brillantes embajadas enviadas por los emperadores de Bizancio: las huestes árabe-españolas habian hecho estremecer el Africa al sangriento choque de sus armas vencedoras; la Europa entera fijaba aqui los ojos conociendo que habia de partir de aqui la civilizacion de pueblos sumidos aun en la ignorancia y la barbarie.

Habían afirmado en Sicilia la dinastía de Aragón, expulsando definitivamente á la dinastía francesa á fines del siglo XIII; pero los nuevos reyes ignoraban cómo mantener á esta milicia inocupada y temible, hasta que del seno de ella surgía un aventurero de genio, Roger de Flor, que la llevaba á Oriente al servicio de los emperadores de Bizancio, amenazados por las primeras agresiones de los turcos.

Algunas veces, al poder misterioso de tal nombre se yuxtaponía un nuevo misterio más obscuro y de angustioso interés: Bizancio. ¿Cómo aquella señora augusta, soberana de remotos países de magnificencia y de ensueño, había venido á dejar sus huesos en una lóbrega capilla de Valencia, dentro de un arcón semejante á los que guardaban retazos y cachivaches en los desvanes del notario?...

La restauracion de Carlomagno no habia tenido aun lugar en el siglo VIII, que es el siglo de Abde-r-rahman, puesto que para fabricar su basílica de Aquisgram tuvo que valerse de arquitectos y artífices de Bizancio. Véase Meibomius, Script. Rer. Germ., t. 1, pág. 257. Ad cujus sculpturam, quum columnas et marmora aliunde habere non posset, e Roma et Ravenna descendere curavit. Rer.

Vimos primero los esfuerzos de un hombre lleno de genio, que, entronizándose en Córdoba con su gloriosa dinastía, y con una cultura llena de seducciones, sucesivamente rival y amigo de Carlomagno, disputa al gran organizador de la cristiandad el lauro de civilizador, saca de la rica mina de Bizancio los materiales para su grande obra, y envía la luz sobrante del faro que levantó sobre el Guadalquivir á iluminar la corte del nuevo César.

Lo que era antes Bizancio para la sede de los califas, es ahora el Africa occidental: es posible que el gérmen africano ingerto en el robusto vástago hispano-oriental haya producido un arte mas bello que el africano-berberisco, acre por su naturaleza como la índole de las tribus auxiliares de Almanzor; pero de todos modos es africano el genio que preside á la trasmutacion del arte cordobés y á su emancipacion de la tutela bizantina; y es indudable que con solo atender á las fechas, y con saber que la intimidad entre Almanzor y Zeyrí fué anterior á su enemistad sangrienta, podiamos ya sospechar qué escena tendrian dispuesta los arquitectos del poderoso hagib para los dos actos capitales en que por última vez figura la gran mezquita, de anunciar á los creyentes congregados la conquista del Africa occidental, y de distribuir entre los pobres inmensas sumas en celebridad de la ruidosa victoria.

En sus siestas de ebrio saciado y feliz, reaparecía Freya, que no era Freya, sino doña Constanza, la emperatriz de Bizancio. La veía vestida de labradora, tal como figuraba en el cuadro de la iglesia de Valencia, y al mismo tiempo completamente desnuda, igual que la otra cuando danzaba en el salón.

Después de tales expediciones, la señora se mostraba majestuosa y deslumbrante como una basílisa de Bizancio: las orejas y el cuello con gruesas perlas, el pecho constelado de brillantes, las manos irradiando agujas de luz con todos los colores del iris. Chichí protestaba: «Demasiado, mamáIban á confundirla con una prendera.

Este escritor coronado era el periodista más antiguo de la Historia: el primero que en pleno siglo XIII había osado apelar al juicio de la opinión pública en sus manifiestos contra Roma. Su hija la había casado con un emperador de Bizancio, Juan Dukas Vatatzés, el famoso «Vatacio», cuando éste tenía cincuenta años y ella catorce.

Palabra del Dia

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