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Había momentos en que le daban ganas de echarlo todo a rodar, declarándose vencido y confesando que la casa Garcitola y su quiebra eran pura embustería. Al mismo tiempo, y esto que era grave, cuanto más dueño se hacía de Cristeta, más se asombraba de no sentir amagos de hastío: indudablemente el amor de aquella mujer era un bebedizo que en vez de calmar la sed, la producía y excitaba.

Y dicho esto, oigamos a Doña Paca, entre sábanas metida, mientras la otra se acostaba en el suelo: «Pues, hija, nadie me quita de la cabeza que le has dado un bebedizo a este pobre señor. ¡Vaya cómo te quiere!

¡No; no, señor! intenciones de más que eso he tenido... ¡pero quiero tanto á mi mujer!... á la pobre han debido darla algún bebedizo. ¿Ha podido sospechar vuestra mujer que conocéis su falta? No; no, señor. Pues bien, seguid obrando en vuestra casa como si nada supiérais. ; , señor. ¿Qué pretende el duque de Lerma de esa doña Ana?

Yo, que había hecho confesar á la Dorotea quién era la dama que la causaba celos, asegurándola que si no me contaba todas las circunstancias, sin dejar una, de su asunto, podría suceder que no fuese eficaz el bebedizo, me dijo en substancia lo siguiente : Una noche don Rodrigo fué muy tarde á verme: al quitarse la ropilla, se le cayó de un bolsillo interior una cartera, que don Rodrigo recogió precipitadamente.

Al mismo tiempo, un extraño temor comenzaba a agitarle. ¿Qué era aquello del jugo de hierbas hechiceriles que le habían hecho beber sin que él lo advirtiera? ¿No habría mediado, en verdad, como el clérigo decía, algún filtro, algún bebedizo diabólico?

Cuando ella me pidió el bebedizo, me dije: podrá convenirme saber quién es el hombre á quien quiere esta muchacha entre tantos como la enamoran. Porque yo soy muy prudente, y que el saber, por mucho que sea, no pesa. Díjela que el bebedizo no podía producir buenos efectos si no se conocía á la persona á quien había de darse.

¿Pero quién os dice tanto? exclamó admirado Montiño. Ya sabéis que yo tengo muchos oficios. Demasiados quizá. Están los tiempos tan malos, señor Francisco, que para ganar algo es necesario saber mucho. Saben que muchas princesas, y una de ellas, conocida de la Dorotea, la encaminó á para que la sirviese. Dorotea quería un bebedizo. ¡Ah! ¡ah! ¡las mujeres! ¡las mujeres!

Entonces la Dorotea, poniéndose muy colorada, me dijo : El hombre que yo quiero que no quiera á ninguna mujer más que á es don Rodrigo Calderón . Necesito saber cómo habéis conocido á don Rodrigo Calderón, la dije. ¿Necesario de todo punto? Ya lo creo; y si fuera posible hasta el día y la hora en que le vísteis por primera vez. ¿Y si no lo digo no me daréis el bebedizo?

Pues bien, en mi locura seré capaz de todo. Vos no me habéis de matar, y si me matáis, ya tendré medios para haceros entender que os conviene el que yo sea vuestra amiga. Indudablemente... indudablemente deben de haberte dado algún bebedizo. ¿Qué más bebedizo que el amor? Pero... prescindiendo de todo: ese amor debe humillarte. Lo que me humilla es que don Francisco no me ame.