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Actualizado: 22 de junio de 2025


En efecto dijo el barbero confundido , en efecto; tiene usted la barba tan lisa como una manzana; una mujer no la tendría más suave. ¡Una mujer! repitieron Pablo y la señora Isabel.

Por fin se decidió: Y en la casa azul, en ese huerto de doña Pepita, donde vas algunas veces, ¿no ocurrirá algo? La casa es fuerte contestó el barbero y no es esta la primera inundación que aguanta... Pero está cerca del río y el huerto será un lago a estas horas; de seguro que el agua llega al primer piso.

Pero el barbero español no se parece á ningun otro barbero en ciertas cualidades. El viejo Fígaro no existe: es un tipo que las revoluciones han suprimido. Su sucesor en Madrid no tiene los recursos de intriga, ni las mil hábilidades, ni la literatura del héroe de Beaumarchais.

Gozaba de algún renombre en los laboratorios de su patria... Y estaba allí aguantando las enjabonaduras y payasadas del barbero, estremeciéndose bajo las rociadas de los negros, sin conocer lo grotesco de una situación que hubiese irritado a otros, satisfecho tal vez de contribuir al regocijo de esta muchedumbre fatigada por la monotonía del Océano.

Mas, apenas hubo salido de la venta, cuando le vino al cura un pensamiento: que hacía mal en haberse puesto de aquella manera, por ser cosa indecente que un sacerdote se pusiese así, aunque le fuese mucho en ello; y, diciéndoselo al barbero, le rogó que trocasen trajes, pues era más justo que él fuese la doncella menesterosa, y que él haría el escudero, y que así se profanaba menos su dignidad; y que si no lo quería hacer, determinaba de no pasar adelante, aunque a don Quijote se le llevase el diablo.

Porque quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar, sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero el juicio?

-No, por cierto -dijo don Quijote-, porque le falta la mitad, que es la babera. -Así es -dijo el cura, que ya había entendido la intención de su amigo el barbero.

Todo lo confirmó el barbero, y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo.

Al que no lo entienda, podrá decírsele lo que el hidalgo manchego o el cura dijo una vez al barbero que se quejaba de no entender a cierto poeta: «Ni es menester que le entienda vuesa merced, señor rapista

No sería esta la única desgracia. Caballos y cerdos habían pasado muchos bajo el puente en plena tarde, flotando entre los rojos remolinos con el vientre hinchado como un odre y las patas tiesas. EL barbero hablaba con gravedad, con cierto aire de tristeza. Rafael le oía, mirándole ansiosamente, como si deseara que hablase de algo que no se atrevía a indicar.

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