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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Pero al acudir a la entrevista, que era, por más señas, en el terreno neutral del café, Borrén conoció que Baltasar traía alguna extraordinaria nueva. Ya no hay necesidad de concertar planes declaró el teniente con forzada risa . ¿No se lo decía yo a usted? Me destinan allá... a Navarra. La cosa anda mal. ¡Bah!... cuatro bandidos que salen de aquí y de acullá; hombre, partidillas sueltas.
El sacerdote que la tomó bajo su protección la puso allí, al verse obligado a desempeñar la cura de almas en un pueblo de la sierra, que a la sazón estaba infestada de guerrilleros y bandidos. Algún amigo de la familia habló de mis tías al párroco, y Angelina se quedó con ellas. El sacerdote les pagaba una corta pensión. El cura era pobre, y no podía derrochar el dinero así como quiera.
¡Bandidos! gritó con voz terrible. Nunca, había sentido impresión tan fuerte. Trató de derribar aquella puerta misteriosa; pero manos muy fuertes lo impedían de la otra parte. Bajó como un loco, volvió al comedor, entró en la alcoba de la devota por donde mismo había entrado Bozmediano, y pasó al cuarto donde estaba Clara. Encontróla temblando, con los ojos llenos de lágrimas.
Eran, seguramente, más de treinta. Júzguese cuál sería la emoción de Luisa y Catalina, que se hallaban en tal momento sentadas en medio del camino. Miraban ambas mujeres con la boca abierta. Un minuto más, y se encontrarían rodeadas de aquellos bandidos.
No obstante, os prometo dirigirme á Coves y hacer todo lo posible para descubrir y castigar á esos bandidos por aquellas cercanías, tratándolos de suerte que no piensen en nuevas expediciones ni desembarcos.
¡Creo que han sido los tres! ¡Bandidos!... ¿Y habrá llegado mi padre? DOS FARRUQUI
¡Mandolinistas! ¡Bandidos! gritó, como siempre, contra los italianos. Cuanto eran lo debían á Alemania. El emperador Guillermo había sido un padre para ellos. ¡Todo el mundo sabía esto!... Y sin embargo, al estallar la guerra, se negaban á seguir á sus viejos amigos. Ahora la diplomacia alemana debía trabajar, no para mantenerlos á su lado, sino para impedir que se fuesen con los adversarios.
Partió a Italia como caudillo de la Iglesia; los aventureros de Europa y los bandidos del país formaron su ejército: mató e incendió en los campos, entró a saco en las ciudades a nombre de su señor el Pontífice, y al poco tiempo los desterrados de Aviñón podían ocupar de nuevo su trono de Roma.
Esta lectura dejó á Ulises en dolorosa estupefacción. ¡Ya no vivía Freya!... ¡Ya no corría el peligro de verla aparecer en su buque al tocar en cualquier puerto!... La dualidad de sus sentimientos volvió á surgir con violenta contradicción. «Muy bien pensó el marino . ¡Cuántos hombres han muerto por su culpa!... Era inevitable su fusilamiento. Hay que limpiar el mar de bandidos.»
Hablaban de la gran tragedia, que aún parecía tener bajo su lúgubre peso a la gente de Jerez: de la ejecución de los cinco jornaleros por la entrada nocturna en la ciudad. Pero hablaban apaciblemente, sin pasión, sin odio, como si estas ejecuciones fuesen las de unos bandidos famosos rodeados del aura populachera.
Palabra del Dia
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