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Actualizado: 27 de junio de 2025
Y todos estos pueblos, cuando sienten la dulce tristeza de la poesía, cantan el lied, la romanza, la balada, algo suave que adormece el alma y habla a la imaginación.... Aquí, las danzas populares tienen mucho de sacerdotal, recuerdan la tiesura hierática de los bailarines sagrados o el frenesí ondulante de la sacerdotisa, que acaba por caer ante el ara con los ojos extraviados y la boca llena de espuma. ¿Y los cantos?
Y concluyeron su danza con el cielo pasadas las peripecias de la cadena en que los bailarines coronaron su esfuerzo, haciendo castañetear los dedos al compás de la música y con gran habilidad, mientras las guitarras gemían con un vals lleno de sentimiento y armonía de esos que, según la expresión consagrada, levantan de los pelos.
Agora cierra todo este escuadrón y acompañamiento aquella prodigiosísima torre andante, que es la de Babilonia, llena de gigantes, de enanos, de bailarines y representantes, de instrumentos músicos y marciales, de voces, de algazaras, que se ven y oyen por infinitas ventanas que tiene el edificio, coronadas de luminarias y flechando girándulas y cohetes voladores ; y en un balcón grande de la fachada va la Esperanza: una jayana vestida de verde, muy larga de estatura, y muchos pretendientes por abajo, a pie, soldados, capitanes, abogados, artífices y profesores de diferentes ciencias, mal vestidos, hambrientos y desesperados, dándola voces, y con la confusión no se entienden los unos a los otros, ni los otros a los unos.
Algo extraordinario distrajo a Febrer de estos pensamientos. Seguían sonando la flauta, el tamboril y las castañolas, saltaban los danzarines, giraban las atlotas, pero en los ojos de todos brillaba una mirada de alarma inteligente, una expresión de solidaridad defensiva. Los viejos cesaban en su conversación, mirando hacia la parte que ocupaban las mujeres. «¿Qué es? ¿qué es?» El Capellanet corría por entre las parejas, hablando al oído de los bailarines.
Don Lorenzo exclamó Baldomero desde la caballeriza, aquí le han hecho un pericón... Usted que quería verlo. ¡Venga!... Cuando Lorenzo salió de bajo el ombú de la cantina, oyó el compasado y monótono «¡glú!... ¡gluglú!... ¡glú!» de las guitarras y el «¡ras!... ¡rasrrás!... ¡ras!» de los pies cepillando el piso al girar de los bailarines, como en las cadenas de los lanceros.
Al alejarse este peligro cesaron de sonar los instrumentos. Febrer vio al Cantó que se apoderaba del tamborcillo, sentándose en el espacio libre que antes ocupaban los bailarines. Las gentes se agruparon en semicírculo frente a él. Las respetables matronas avanzaban sus silletas de esparto para oír mejor.
La moda había traído profesores del otro lado del mar, compadritos de los arrabales de Buenos Aires, orgullosos y confusos al verse aclamados lo mismo que un tenor de fama ó un conferencista. Pero sobre estos bailarines de una vulgaridad originaria y que se hacían pagar, triunfaba Julio Desnoyers. Los incidentes de su vida anterior eran comentados por las mujeres como hazañas de galán novelesco.
Juanito viose detenido por la masa apiñada ante el tablado de los bailes populares. Sonaba el agudo cornetín repitiendo monótonamente la contradanza moruna o acompañando las voces de los cantadores, y a su compás saltaban sobre el tablado las parejas de bailarines, que de lejos parecían polichinelas. En aquel lugar bifurcábase la corriente del gentío.
No los dejes bailar mientras no llegue la marquesa ordenó á Friterini . La ceremonia es para ella, y de seguro que le parecerá muy mal al señor de Canterac que empiece antes de tiempo. Pero músicos y bailarines no hicieron caso alguno de sus escrúpulos y continuó el baile. Elena estaba mientras tanto en el salón de su casa, lujosamente vestida para asistir á la fiesta.
Los había de ellos que en muchos años no habían ido a la plaza, desde que se retiró el «negro». ¿Para qué? Contentábanse con leer las reseñas de los periódicos, convencidos de que no había toros, ni siquiera toreros, desde la muerte de Frascuelo. Niños andaluces nada más; bailarines que hacían monadas con la capa y el cuerpo, sin saber lo que era «recibir» un toro.
Palabra del Dia
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