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Actualizado: 15 de junio de 2025
No obstante, por más que la opinión favorable de sus paisanos sea un bálsamo precioso para cicatrizar las heridas del corazón, todavía no está satisfecho y medita seriamente un día y otro en venir a zumbar a Madrid, a fin de que se le oiga en todos los ámbitos de la península.
Estiré el cuello, asomé la cabeza como un miserable espía y... nadie. A la reja no había nadie. Un goce intensísimo bañó todo mi ser como un bálsamo celestial. A este goce sucedió ansia indefinible de cerciorarme de que los ojos no me engañaban, que a la reja no había nadie, absolutamente nadie.
Arbol que adquiere gigantescas proporciones: es muy apreciado, porque además de su útil aplicación para arboladuras, se extrae de él aceite, brea y un excelente bálsamo para curar las heridas. Palma brava. Se usa en edificios, estacadas y canales, es de muy bonito veteado para los bastones. Sampaloc ó tamarindo.
La gratitud penetró en mi corazón como una luz del cielo, como un bálsamo dulcísimo, y perdí por completo los pocos deseos que me ligaban a la vida. «Gracias pueblo de Madrid, exclamé dirigiéndome a la ciudad: gracias, pueblo generoso y culto, por no haber venido a gozar con el espectáculo de mi muerte ignominiosa. ¡Qué hubieras ganado presenciando la suprema agonía de un infeliz!
Consideré al Barón herido, y tuve piedad de él y pensé en el bálsamo que podía curarle. Mi generosa piedad fue aguijoneada por algo a modo de remordimientos.
De vez en cuando estas cavilaciones cesaban, porque Juan sabía arreglarse de modo que su mujer no llegase a cargarse de razón para estar descontenta. Como la herida a que se pone bálsamo fresco, la pena de Jacinta se calmaba. Pero los días y las noches, sin saber cómo, traíanla lentamente otra vez a la misma situación penosa.
Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho; porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.
ISIDORA. Alguna otra sorpresa he de darte todavía. Dime, ¿mereces tú lo que hago por ti? JOAQUÍN. No lo merezco ciertamente. Muchas veces te lo he dicho. Eres un ángel..., no de esos ángeles desabridos que pintan en los cuadros y en las poesías, los cuales vienen con consuelillos de moral emoliente, sino un ángel mundano que derrama sobre el corazón del desgraciado bálsamo eficaz.
Me siento inquieto, pero es una inquietud deliciosa, muy lejana de esa otra dolorosa y amarga que tantas veces me acomete; es una inquietud que corre por mis venas como un bálsamo, que me oprime el corazón dulcemente y me hace dichoso.
Levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide desta fortaleza, y procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado.
Palabra del Dia
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