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Actualizado: 15 de junio de 2025


Por último, la señorita fijó los ojos en el techo y, con voz bastante dulce aunque temblorosa, entonó la siguiente canción: Esperanza halagüeña a mis sentidos, endulzas de mi pena el amargor; ¡ay!, no eres un bien imaginario, eres el bálsamo grato al corazón.

Sobre la ojeriza trivial de pueblo y de historia, venera mi alma todo lo que puede enjugar una gota de llanto. ¡Ojalá que en Francia no se conociesen las lágrimas de la miseria, y que el mundo entero, toda la tierra, España tambien, tuviese un libro en donde estudiar ese caritativo secreto, ese bálsamo milagroso de profundas llagas sociales! Pero ¡ay! repito.

No perdona al cielo ni á la tierra, pero el suave bálsamo de su poesía sana también las heridas que hace.

La mujer no entiende, ni quiere entender, tan enrevesados tiquismíquis, y sigue apegada a sus antiguas creencias. Ellas son el bálsamo para todas las heridas de su corazón: ellas le llenan de esperanzas inmarcesibles; ellas abren en su ardiente imaginación horizontes infinitos, dorados por la luz divina de un sol de amor y de gloria.

En emboscada miserable y ruín me has acechado, y en pleno corazón me has asestado sin compasión, amor, tu puñalada. No te guardo rencor. Mi amor sincero es tan intenso que me llena el pecho. Me ha herido tu traición, como un acero... Yo te perdono el daño que me has hecho. ¡A qué, guardar rencor, si todo ha sido tan sólo un sueño que alegró mi vida... un bálsamo fugaz sobre una herida...!

Pero considere usted que Magdalena me quiere tanto como yo a ella; no, tanto no, porque eso no puede ser. No, porque aguardará tu vuelta y para las heridas del alma no hay bálsamo más eficaz que la esperanza.

Palabra del Dia

irrascible

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