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Actualizado: 11 de junio de 2025
No faltan, por cierto, militares de carrera, como los generales Trujillo, Salgar, Camargo, Sarmiento, etc., que han hecho sus pruebas y que en la presidencia han sido los primeros en respetar la Constitución; pero va desapareciendo el general de barrio, el cacique de charreteras, que es un azote en otras secciones de América.
Con el elefante no hay que jugar, porque en la hora en que se le enoja la dignidad, o le ofenden la mujer o el hijo, o el viejo, o el compañero, sacude la trompa como un azote, y de un latigazo echa por tierra al hombre más fuerte, o rompe un poste en astillas, o deja un árbol temblando.
Este bajel que aquí veis reducido a pequeño, porque lo pide así la pintura, es una galeota de ventidós bancos, cuyo dueño y capitán es el turco que en la crujía va en pie, con un brazo en la mano, que cortó a aquel cristiano que allí veis, para que le sirva de rebenque y azote a los demás cristianos que van amarrados a sus bancos, temeroso no le alcancen estas cuatro galeras que aquí veis, que le van entrando y dando caza.
De los informes que Cordero buscaba, nada podía darle Genara, porque nada había sabido después de la salida de su esposo enfermo y demente del hospital militar de Pamplona. La señora no pensaba más que en huir, huir de aquel azote de Dios que había empezado hiriendo a los pobres y pronto descargaría sobre los ricos. Ya había casos, sí, ya había casos de gente acomodada.
Pues esta causa tengo yo por clara, Por donde Satanás tanto procura, Con su mala intencion inicua avara, Que nuestra Armada nunca esté segura. Que en su tanto le quita el cetro y vara, Y viendo su reinado poco dura, Movido de rencor y crudo duelo, Con las ondas del mar enturbia el cielo. ¡Gran Dios, Señor inmenso y soberano, Que permitís azote, como vemos, Aqueste Satanás con cruda mano!
Yo haré un azote durísimo de mis oraciones y penitencias, y con él la arrojaré de allí, como Cristo arrojó del templo a los condenados mercaderes. 18 de Junio.
Sorprendidos los campesinos por la invasión de aquel azote nunca visto, arrojaban las regaderas, llamaban a sus vecinos, reclamaban el auxilio de los guardias rurales, exigían que les indemnizasen los daños y perjuicios, y lanzábanse en persecución de los cazadores. ¡Victoria! ¡el gato ya está preso! Hase arrojado a un pozo. ¡Cubos! ¡cuerdas! ¡escalas!
Y mientras tu amo el látigo sangriento Hace sobre tu espalda resonar, Yo empuñaré el azote del tormento Para tu nombre infame flajelar. Tu nombre dije! En qué gloriosas lides Entre la voz del plomo resonó? Entre qué renombrados adalides Tu acero vencedor relampagueó?
No podemos menos de recordar con dolor la terrible carestía que la afligió á mediados del siglo XVII: como si tantas calamidades políticas no bastasen aun para abatirla, castigóla Dios con este nuevo azote. El hambre llegó á tal estremo, que armados los ciudadanos en número de diez mil, se arrojaron á la calle y forzaron los graneros de los particulares.
Desnudóse luego de medio cuerpo arriba, y, arrebatando el cordel, comenzó a darse, y comenzó don Quijote a contar los azotes. Hasta seis o ocho se habría dado Sancho, cuando le pareció ser pesada la burla y muy barato el precio della, y, deteniéndose un poco, dijo a su amo que se llamaba a engaño, porque merecía cada azote de aquéllos ser pagado a medio real, no que a cuartillo.
Palabra del Dia
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