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Actualizado: 7 de julio de 2025
Como la vizcondesa le manifestase su admiración: ¡Magnífico! exclamó el artista alegremente . Repite usted lo que Pedro me decía hace un momento, y cuando sus apreciaciones de usted coinciden con las de aquél, hay motivo para estar contento. ¿Está aquí Pierrepont? Sí, da con Beatriz una vuelta por el parque... me parece que han ido a la avenida de los arrayanes... ya usted sabe el camino.
En la devastadora avenida que arrebataba árboles quebrados y maderas crujientes, y en la oscuridad que parecía deslizarse con el agua e invadir poco a poco el hermoso valle, poco pudo hacerse para recoger los desparramados despojos de aquella incipiente ciudad. Al amanecer, la cabaña de Edmundo, la más cercana a la orilla del río, había desaparecido.
Declaro que hay que resistir menos asaltos desde la porte Saint-Martin hasta la Avenida de la Opera, a las 11 de la noche en los bulevares de París, o de 11 a 12 en la vereda del Critérium en Londres, que en aquella marcha incierta bajo una noche oscura.
Me instalé en un palacio de la avenida de los Campos Elíseos, y fuí terrible.
Y René Lacour se quedó para siempre en la casa de la avenida Víctor Hugo después de la ceremonia nupcial, presenciada por una docena de personas. Don Marcelo había soñado otras cosas para su hija: una boda ruidosa de la que hablasen largamente los periódicos, un yerno de brillante porvenir... Pero ¡ay, la guerra! Todos veían destruídas á aquellas horas algunas de sus ilusiones.
Los huéspedes de la villa Dandolo no pensaban en regresar a sus casas. Unidos por la felicidad, como lo habían estado por la inquietud, se agrupaban alrededor de Germana, como una familia bien avenida alrededor de un niño mimado.
Aunque tenga que ceder a los Fabricios, Cincinatos y Catones de escalera abajo y de quinta clase, que acaso haya en las orillas del Potomac, las cuatro quintas partes de lo que se extraiga a la paciente y semiforzada longanimidad de España, siempre le quedará otra quinta parte, con la cual podrá vivir como un príncipe en una magnífica casa de la Quinta Avenida.
Spadoni, como si aún estuviese soñando, miró el Casino, la plaza, la entrada de las terrazas, el arranque de la avenida que desciende al puerto. Lo veía todo tal vez lo mismo que en su imaginación. ¡Qué de gente!
Pedí un caballo, y en compañía de Federico de Tarlein recorrí la gran avenida del parque real, devolviendo todos los saludos con la mayor cortesía.
Se volvió cerca de la verja para contemplar su hermoso dominio, como si le pidiese perdón. Un silencio de palacio encantado: los jardines dormitaban como bosques de ensueño. Creyó ver al final de una larga avenida el revoloteo de dos grandes pájaros. Eran Estola y Pistola, con sus fracs de faldones excesivamente largos, corriendo hacia el final del promontorio.
Palabra del Dia
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