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Toda su atención se concentraba en el deseo de pisar cuanto antes aquella tierra maravillosa, para comprar flores, comer frutas frescas y tomar asiento en un café de la Avenida Central, viendo caras nuevas.

Pues bien; a eso de las cuatro, al ponerse el Sol, salimos por la poterna del arsenal, subimos a los caminos cubiertos y nos encaminamos por la avenida de las Vacas, con el fusil al brazo y a paso de carga. Diez minutos después comenzamos a hacer fuego graneado sobre los que se hallaban en el abrevadero.

Sus relaciones fueron más allá del egoísmo de una vecindad del campo, continuándose en París. René acabó por visitar la casa de la avenida Víctor Hugo como si fuese suya. Las únicas contrariedades en la existencia de Desnoyers provenían de sus hijos. Chichí le irritaba por la independencia de sus gustos. No amaba las cosas viejas, por sólidas y espléndidas que fuesen.

Mientras hablaba, cubría su cabeza con un velo y envolvíase en sus pieles. La señora de Lerne se levantó indecisa. ¿Es prudente lo que hace? ¿Qué cosa peor puede suceder? dijo Juana con un gesto de suprema indiferencia, induciéndola a salir. La condesa vivía en la Avenida Montaigne. En un momento estuvieron allí.

Y toda la familia, considerando modesto y burgués el piso de la avenida Víctor Hugo para guardar esta joya, había acordado depositarla en el castillo, respetada, inútil y solemne como una pieza de museo... ¿Y esto se lo podían llevar los enemigos si llegaban en su avance hasta el Marne, así como las demás riquezas reunidas con tanta paciencia?... ¡Ah, no!

Casi tendido en el automóvil contempló el desfile de calles y paseos, que volvían ahora a su memoria como vagas imágenes de viajes anteriores, pero con grandes reformas. Corrió la Avenida, poco concurrida a aquella hora matinal.

A las siete de la mañana, si te conviene. ¿Sitio? El bosque de Bolonia. ¿Avenida? De la Muette. Está muy bien. Creo que tendremos bastante con un solo testigo para los dos, pues cuanto menos publicidad demos al lance, tanto menos padecerá la reputación de Antonia. Se trata de calumnias y... ¿Cómo calumnias? ¿Te atreves a sostener que yo he calumniado a Antoñita?

Se cambia de punto á capricho; tan pronto nos acercamos á una cascada, como descansamos en un charco tranquilo; aquí nos rozamos con el césped de la orilla, allá con el tronco de un sauce; se pasa de la obscura avenida, negra de sombra, á la superficie salpicada de luces que cae como lluvia á través del follaje.

Bueno: ¡otro adiós! adiós, mamá; adiós, muchachas; díganle a tata que no me despido otra vez por no despertarlo, y escriban, ¡eh! y no se olviden del frac y luego, dirigiéndose al cochero: vamos a casa de Merrick, ¿sabes? en la avenida. El señor Ricardo está ya en casa; yo fui a buscarlo. ¡Ah! entonces vamos allá.

Una tenue nube de azulada neblina que se remontaba entre las copas de los árboles indicaba que había excepcionalmente en aquel bajo fondo del llano algo semejante a una corriente de agua; una larga avenida, especie de prado pantanoso rodeado de sauces se extendía desde la casa hasta la orilla del mar.