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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Había creído que le echaban aquel hombre para explorarle, y le había tratado con la mayor reserva. Pero muy pronto se convenció de que el cocinero obraba de buena fe, que estaba desesperado, que tenía miedo. Comprendió, además, que siendo como era avaro y de una manera exagerada Montiño, no había que pensar en imponerle reparaciones respecto á su dinero.
Y entabla la relación; establecida la confianza, pronto la empresa habrá llegado a su término. ¿El individuó es desconfiado y avaro? El cuento que se prepara halagará su pasión predominante, y será no para que hable a su imaginación, sino a su juicio. ¿Es la víctima futura un imaginativo o un aventurero que quiere forzar la suerte?
A nadie se le persuadirá que don Francisco de Quevedo, que era en prosa y en verso un poeta lírico antes que todo, idealizador de lo feo, como quien miraba la miseria con vidrios de aumento, hizo la figura de ningún avaro real ni posible en su Licenciado Cabra.
Y cuando pasaba un rato largo sin que él se moviera, Jacinta se entregaba a sus reflexiones. Sacaba sus ideas de la mente, como el avaro saca las monedas, cuando nadie le ve, y se ponía a contarlas y a examinarlas y a mirar si entre ellas había alguna falsa. De repente acordábase de la jugarreta que le tenía preparada a su marido, y su alma se estremecía con el placer de su pueril venganza.
Después la Condesa, más que esposa, vino a ser esclava. Un grito, una palabra dura, un gesto amenazador de su marido bastaban a aterrarla. El Conde, a más de ser celoso, era avaro, y la Condesa no podía disponer de un real sin dar estrecha cuenta de todo, justificando la inversión hasta de la más pequeña suma.
Gozaba con saber tan solamente: era un placer desinteresado, intenso, como el de los hombres de ciencia que no miran el resultado que sus conocimientos les puede dar. Como el avaro amontona en su caja monedas de oro sin pensar en utilizarlas jamás, así D.ª Rita atesoraba en su cerebro cuantas noticias privadas podía recoger en sus peregrinaciones por la villa, sin molestar a nadie con ellas.
No quedó empleo menudo de los que ponen en contacto a la ley con el pobre que él no monopolizase, y de este modo, vendiendo la justicia como favor y valiéndose de la arbitrariedad o la astucia para dominar al rebelde, fue haciendo camino y apropiándose pedazos de aquel suelo riquísimo que adoraba con ansias de avaro.
Tomé el sombrero y me dispuse a salir antes de que acabara la tertulia. Al irme oí que Porras decía: Vamonos. Ya estamos en tinieblas, y el buen amigo don Juan es tan avaro que no quiere gastar en una vela; por eso nos tiene a obscuras. ¡Viva el obscurantismo!
Muy temprano se levantó, y a puerta cerrada, solo con Paulina, contó y recontó su dinero, extendiendo sobre la mesa sus cien luises, y gozando como un avaro en hacerlos sonar. ¡Suyo, todo aquello era suyo! es decir, de los pobres. No os apuréis tanto, señor cura decía Paulina; sed económico; creo que distribuyendo hoy unos cien francos... No es bastante, Paulina, no es bastante.
En esa alma dolorida viven el amor con todas sus virtudes, y el desinterés, y la abnegación. Estás en uno de los momentos más solemnes de tu vida: ¡mira lo que haces! No eres codicioso ni avaro; no ambicionas riquezas; sueñas con una felicidad modesta y tranquila.... Hace pocos días pintabas en una carta bellísimo cuadro. ¿Te acuerdas?
Palabra del Dia
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