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Actualizado: 5 de junio de 2025


Golpeó con fuerza, sugiriéndole cierto placer la idea del susto que le daría al vejete aquel estrépito inesperado. Ninguna voz ni movimiento se dejó oír como respuesta: todo era silencio en la choza. ¿Se había ido a acostar el tejedor? ¿Para qué habría dejado la luz encendida entonces? ¡Extraño olvido de un avaro!

Quiroga, el campeón de la causa que han jurado los pueblos, como se estila decir por allá, era bárbaro, avaro y lúbrico, y se entregaba a sus pasiones sin embozo; su sucesor no saquea los pueblos, es verdad; no ultraja el pudor de las mujeres; no tiene más que una pasión, una necesidad: la sed de sangre humana y la del despotismo.

Entonces quise vengarme, y para vengarme salí, y me fuí á casa del cocinero del rey, cargada de joyas; Montiño es avaro, y estaba segura de averiguar... Bueno es saberlo dijo para Quevedo. Pero no le encontré y me abrasaba en el tabuco donde vive... me ahogaba allí, al lado de aquella carne con ojos de mujer. Entonces salí, bajé, y seguí á pie. ¿Y á dónde íbais cuando os encontré?

Del semestre de Navidad no pudo entregar á don Salvador mas que una pequeña parte. Llegó San Juan, y ni un céntimo. La mujer estaba enferma; para pagar los gastos hasta había vendido el «oro del casamiento» las venerables arracadas y el collar, de perlas, que eran el tesoro de familia, y cuya futura posesión provocaba discusiones entre las cuatro muchachas. El viejo avaro se mostró inflexible.

El buen avaro, bien como se vió señalado y proclamado por el más rico del auditorio, dió un paso atrás, y poniéndose entrambas manos en los bolsillos, daba al diablo al perro, y apellidaba aquello por algo de brujería.

Con esto y con la propensión natural de Leto a someter sus juicios al imperio de los extraños, por primera vez en su vida se creyó algo pintor y no del todo insignificante. Pues ahora va usted a ver mis obras le dijo Nieves muy templada, dejando las de Leto sobre un velador , siquiera para que aprenda usted, en vista de lo malas que son, a no ser tan avaro de las suyas.

Lo óptimo es el Lebrato y su hijo, y Pilara y Quilino, y el médico don Elías, y el magnífico tipo del Berrugo, avaro supersticioso, que Balzac adoptaría por suyo, y la fantástica historia del descubrimiento del tesoro, que Walter Scott hubiera robado para su Anticuario.

De todo tenía la culpa el amo de la tierra, aquel don Salvador, que de seguro ardía en los infiernos. ¡Ah, ladrón!... ¡Y cómo había perdido á toda una familia! Pepeta olvidó su actitud fría y reservada para unirse á la indignación de la muchacha. Verdad, todo verdad; aquel tío avaro tenía la culpa.

Nadie que va a matar se prepara bostezando. Tranquilo ya entonces, aunque siempre receloso, puso el revólver sobre la mesa, y con el deleite del avaro que revuelve sus tesoros, engolfóse de nuevo en la lectura y examen de los papeles.

En el Cielo, desde donde ahora nos contempla, desaparecen las miserables pasiones y los mezquinos celos, y su perdón es mucho más absoluto y menos personal que el mío; porque, si es preciso decir la verdad, Amaury, si es preciso abrirte el alma del hombre que aquí hace ahora de juez no te absuelvo tan fácilmente, sino con una especie de alegría vanidosa y de ávaro egoísmo.

Palabra del Dia

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