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Actualizado: 8 de junio de 2025
Así atravesamos la Mancha, triste y solitario país, donde el sol está en su reino y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo; país entre todos famoso desde que el mundo entero hase acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de D. Quijote. En opinión general es la Mancha la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del vagón, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno.
Veo grandes chimeneas, pilares con esculturillas arriba, pero ni un caballero a quien hacer girar la cabeza... ¡bah, todo eso no sirve para nada! Nunca se me había ocurrido este modo de apreciar la arquitectura feudal exclamó, riendo, mi tío. Atravesamos corredores obscuros, que me amedrentaron.
Gritó el cochero desde el pescante. A Notre Dame, á Nuestra Señora, contesté desde dentro, é inmediatamente el carruaje comenzó su marcha. Hace media hora larga que atravesamos un verdadero laberinto de calles, unas espaciosas y claras, otras húmedas, estrechas y sombrías.
Al fin, cuando terminamos, y juntos atravesamos el gran hall para volver a la biblioteca, le dije: ¿Va a permitir que el desgraciado incidente de anoche pase inadvertido? Si lo hace, me temo que ese hombre pueda cometer otro atentado contra su vida. Será ciertamente mucho mejor que sepa, una vez por todas, que yo he sido testigo de su infame cobardía. No respondió en voz baja y dolorida.
Despues de torcer millares de esquinas, y cuando ya casi teniamos turbada la vista de tanto mirar á izquierda y derecha, asomamos á una explanada que nos pareció alegre y deliciosa; luego atravesamos un puente; dirigimos precipitadamente una mirada á lo largo del rio, iluminado por los rayos de un sol de Junio, llegamos á la márgen opuesta, caminamos unos momentos.... ¡NOTRE DAME! ¡NUESTRA SE
Anduvimos 5 y media leguas, y en ellas atravesamos 4 cañdas que parecian rios. La mayor tenia algunos jaguey, ó pozos, hechos con motivo de la extraordinaria seca del año próximo pasado. Siempre llevamos á la vista mucho ganado vacundo y caballar, y las chacras de particulares. Salimos de este fuerte, ò guardia con el fin de observar, pero el tiempo no lo permitiò.
Después de algunos minutos de marcha, atravesamos un puente de madera echado sobre un río y nos hallamos delante de una puerta maciza y ogival abierta en una especie de torre y flanqueada por dos torrecillas. Era esta la entrada del antiguo castillo. Robles y abetos seculares forman, alrededor de estos despojos feudales, un cerco misterioso que les da un aire de profundo retiro.
Tal es la pequeña ciudad de Falsburg, que no deja de poseer cierto sello de grandeza, sobre todo cuando atravesamos sus puertas y penetramos en ella por sus amazacotadas puertas, provistas de rastrillos con púas de hierro.
No salió una palabra de sus labios. El cirio que el sacristán le dio no era más amarillo que su rostro en aquel momento. Atravesamos las calles tristemente, precedidos de la campanilla fatal, que, a intervalos largos, tañía con repique temeroso. A la puerta de la casa, Matildita, Fernanda, los criados y algunas amigas, de rodillas y con cirios encendidos también, esperaban al Señor.
Palabra del Dia
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