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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Pocas mujeres pudieran hallarse que reflejasen en su fisonomía más nobleza, bondad y ternura, ni que supiesen unir de modo más dichoso una modestia sincera á una firmeza y elegancia en sus modales que alguna vez la hacían aparecer altiva y desdeñosa. Precisamente esta última cualidad era la que más atraía y encantaba al hijo de D. Baltasar.
Es la última carta de su hijo, enviada desde las trincheras. Conozco igualmente la historia del muerto: un mozo esbelto, de rubio bigote y finos ademanes, que atraía las miradas de las viajeras solas, haciéndolas reconocer la injusticia de la suerte, que reparte sus bienes sobre la tierra con escandalosa desigualdad.
Era, en fin, aquella mujer un conjunto de frialdad y de elocuencia, de belleza y de defectos, que atraía irresistiblemente, y en la que la originalidad del gesto y del mirar despertaban en mí una profunda y codiciosa curiosidad.
El ruido del hierro y de la madera y la trepidación uniforme eran como canción que atraía el sueño. Quintanar, sin pensar en ello, medía el ritmo de las ruedas pesadas y crujientes con el compás de una marcha que cantaba su tordo, aquel tordo orgullo de la casa.... Después midió el paso del tren con los de cierta polka... y después se quedó dormido.
Ocupaban el coche un caballero de noble aspecto, de barba gris, y una señorita que atraía las miradas de la multitud por su hermosura y la elegancia de su traje. Vestía de color obscuro y llevaba cubierta la cabeza con un gorro de blondas sobre las cuales resaltaba una rosa de Alejandría. Un grupo de galanos jinetes se detuvo para saludarla. Era Gabrielita. El coche pasó como un relámpago.
Cuando se embarcaba, se internaba más que nunca en el mar y sus brazos robustos encontraban un placer en impulsar los remos; cualquiera que fuese el objeto de su visita, un encanto invisible lo atraía siempre cerca de Germana, lo mismo por tierra que por mar; se volvía hacia ella como la brújula a la estrella, sin tener conciencia del poder que lo atraía.
Cuentan de Alberto Magno que, yendo en peregrinación de Roma á Alemania, pasó una noche á las orillas del Po, en la cabaña de un pescador. Agasajado allí muy bien, quiso el doctor probar su gratitud al huésped, y le hizo y le dió un pez de madera, tan maravilloso que, puesto en la red atraía á todos los peces vivos. No hay que ponderar la ventura del pescador con su pez mágico.
Con la cabeza montada por la bulla carnavalesca y por la perspectiva del baile, se hizo vestir rápidamente por Graciana, esperó impacientemente a la madre que tardaba ya algo en venir, se acercó al lecho de su marido, se despidió de él con urgencia y salió precipitadamente sin siquiera acordarse de su hijita a quien dejaba en poder de una sirvienta. El baile la atraía irresistiblemente.
La novena de San Ramón atraía mucha gente a la iglesia de San Pedro. Era un templo grande, sucio y tenebroso hasta de día: por la noche, con cuatro o cinco lámparas de aceite colgadas aquí y allá a largas distancias, ofrecía un aspecto siniestro.
Dudo yo que mi marido... ¡Quia, imposible..! Pero, aun creyendo imposible lo que se le había ocurrido a su ingeniosa amiga, Rosalía meditaba sobre ello. La misma dificultad insuperable del asunto atraía su espíritu, como los grandes problemas embelesan y fascinan los entendimientos superiores.
Palabra del Dia
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