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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Y no me atormentaba por amor a mismo, por menospreciarme, por sentir que valía yo menos. Me atormentaba porque desaparecía a mis ojos todo razonable y fundado motivo de que Beatriz me amase. »Con todo, yo estaba ciego.

Luego, al volver á la estancia, encontraba al viejo malhumorado, silencioso, mirando con fijeza ante él, como si contemplase algo invisible para los demás, y diciendo de pronto: «Es un castigo: el castigo de mis pecadosEl recuerdo de sus primeras relaciones con el alemán, antes de llevarlo á la estancia, le atormentaba como un remordimiento.

Todos habían presenciado el despertar de la riqueza; habían tomado parte en él; era cosa suya; y más que la miseria, les atormentaba el sufrimiento moral de la desigualdad, la decepción de haber vivido en medio de una racha loca de la Suerte sin aprovecharse de ella.

De esta suerte se atormentaba D. Fadrique en afanoso soliloquio, en que volvía cien y cien veces á repetirse lo mismo. El que no viniese el P. Jacinto á hablar con él inspiraba al Comendador la mayor inquietud. Varias veces se asomó al balcón de su cuarto, que daba á la calle, á ver si le veía salir de casa de Doña Blanca.

Ignoraba el modo de combatirla; pero sabía formularla con esa terrible claridad que tiene el alma para conocer sus desventuras. He aquí lo que la atormentaba y sobre lo cual levantaba una serie de razonamientos insensatos, descabellados, pero que le hacían sufrir como si fuesen fruto de la lógica más perfecta.

¡Cómo le atormentaba este hombre al palpar su carne, que parecía haberse endurecido, haciéndose más sensible, con una sensibilidad enfermiza y tímida, cual si se contrajera al simple contacto del aire!... Cuando perdió de vista esta cara, y no sintió ya el martirio de sus manos, sumióse otra vez en el sopor del descanso. Cerró los ojos, pero su oído pareció aguzarse en esta obscuridad.

Tendría yo en la hacienda casa y comida; los tiempos mejoraban, y era del caso aprovechar la buena suerte; pero la idea de abandonar a mis tías, aunque fuese para atender a sus necesidades de un modo más amplio, me atormentaba, me llenaba de angustia, y no dejaba de aterrorizarme el pensamiento de que en el prometido empleo me sería necesario tratar con personas que no me estimaran, que acaso no me conocían, y de las cuales tendría yo que sufrir menosprecio y maltrato.

¿Cuál sería la que él utilizase de modus vivendi y como remedio pasajero a la soledad que le atormentaba? ¿A cuál de ellas se dirigiría? ¿A la encantadora Elvira?

Dos meses después, el P. Gil descansaba sentado en su pobre sillón de gutapercha. El trabajo de todos aquellos días, sobre todo del último, le había rendido. Era un trabajo puramente material, donde su espíritu, atribulado por nefandos y horribles pensamientos, se complacía; buscaba un calmante para la agitación interior que le atormentaba.

El Rey Venturoso reunió un gran congreso de sabios a fin de que averiguasen, so pena de incurrir en su justa indignación, quién era y dónde vivía el pájaro verde, cuyo recuerdo atormentaba a su hija. Cuarenta días y cuarenta noches estuvieron lo sabios reunidos, sin cesar de meditar y disertar sino para dormir un poco y alimentarse.

Palabra del Dia

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