Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 11 de julio de 2025


Yo no lo alcanzo exclamó Ataide abatido. Ben Jucef sabrá explicárnoslo dijo el Rey: y de su guardia al punto un kaid llamando le mandó fuese á la casa de Aben Jucef con mandato de que, sin perder momento, se presentase en palacio.

Ya ha pasado un gran espacio desde que la voz enfática del muecin de la mezquita, llamó á la postrer plegaria de la noche á los creyentes. ¿Cómo tanto Ataide tarda?

¡Oh! ¡cuánto he sufrido, cuánto! Ayela anegada en llanto dice con voz amorosa. ¡Jamas he llorado tanto! ¡Jamas con igual espanto tu vuelta esperé afanosa! Y de su cuello colgada, besándole enloquecida, por las lágrimas velada la mirada enamorada, por la pasion encendida y en Ataide encarnizada;

Ayela dijo para , con triste anhelo tal vez sin razon me aflijo: ¿Mas, qué madre por su hijo no vive en tenaz recelo, temiendo un afan prolijo? Y añadió, la voz temblando: En buen hora ve, mas cuida que ansiosa quedo esperando. No he de tardar, por mi vida dijo Ataide y la salida ganó, impaciente escapando.

Y se acercan los rugidos, los gritos son más intensos, y ya se ven las centellas que arrancan los cascos férreos de los duros pedernales en su escape turbulento. ¡Santo Allah! ¡si fuese ella! exclama Ataide partiendo como un rayo hácia el peligro, de ansiedad henchido el pecho, enardecido, magnífico, ardientes los ojos fieros, en el alma acariciando de una esperanza el misterio, y exclamando miéntras corre más veloz y más intrépido: ¡Ah, no! ¡que no sobrevengan los altivos caballeros, ni los monteros feroces, ni los irritados perros! ¡Yo solo, yo, con tu amparo Santo Allah, salvarla quiero!

Ataide, mudo, asombrado, en negras ánsias perdido, en la duda estremecido, en un misterio anegado, dudando si era soñado aquel torrente de hiel, ó una realidad cruel que su esperanza rompia, á su madre sostenia, ansiosa abrazada á él.

Á cada golpe que tira le enrojece un chorro negro de hirviente sangre que brota de cien heridas á un tiempo; y ella, extendidos los brazos, de ansiedad y espanto trémulos, agitado el corazon, que quiere saltar del pecho, más y más á Ataide siente en el voraz pensamiento.

Preguntad á la locura y os responderá inclemente: Yo, del dolor en la fuente, mato al alma infortunada: soy la sombra, soy la nada en un cadáver viviente. Y así Ataide.

Por su amor engrandecido, por él á todo resuelto, olvidado de su madre, viendo en su amor su universo, Ataide al leon se arroja, desnudo el tajante acero, revuelto rápidamente, el caftan al brazo izquierdo; y resuena un grito herido, un grito de horror supremo: ella no ve más que un grupo en que se agitan revueltos, confundidos, hombre y fiera: Ataide en círculo estrecho se ciñe al leon, le evita, al burlar su furor ciego larga herida le produce, y rápido revolviendo, vuelve á burlarle y á herirle y redobla su ardimiento, siempre el caftan por escudo y por ofensa el acero.

En el hogar la asentó Ataide, y con voz ardiente su aventura la contó, y ella, abatida la frente, estremecida, doliente, en silencio le escuchó. Ataide acabado habia, Ayela permanecia doblegada, muda, inerte, y su alentar parecia el hervor de la agonía tras el cual viene la muerte.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando