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Actualizado: 25 de junio de 2025
Muchas mugeres he cogido en mis correrías, pero á ninguna conservo; quando son bonitas, las vendo caras, sin informarme de lo que son, porque nadie compra la dignidad, y para una reyna fea no se encuentra despacho. Posible es que haya yo vendido á la reyna Astarte, y posible es que haya muerto; poco me importa, y me parece que tampoco debe de importaros mucho á vos.
Crecia esta pasion en el regazo de la inocencia, abandonándose Astarte sin escrúpulo ni rezelo al gusto de ver y de oir á un hombre amado de su esposo y del reyno entero. Alababásele sin cesar al rey, hablaba de él con sus damas, que ponderaban mas aun sus prendas, y iodo así ahondaba en su pecho la flecha que no sentia.
El encarnado no es natural, se parece al que produce el otono sobre las hojas marchitas. Ella es ciertamente, io cielo! y yo itiemblo al mirarla, al mirar Astarte! No, no puedo hablarle, pero quiero que ella hable, que me condene o me perdone. Por el poder que te ha hecho salir de la sepultura que te servia de prision, habla al que acabas de oir, o a aquellos que te han invocado.
Zadig pasó aquella noche en la mas violenta zozobra. ¡Con que se ha vuelto loco el rey, y ha sido muerto! decia; no puedo ménos de compadecerle. ¡Está despedazado el imperio, y este bandolero es feliz! ¡O fortuna, o destino! ¡un bandolero feliz, y la mas amable produccion de la naturaleza ha muerto acaso de un modo horrible, ó vive en peor condicion que la misma muerte! ¡O Astarte! ¿qué te has hecho?
Lord Byron ha adornado a Astarte de todos los encantos y de todas las perfecciones, pero en la pieza no se descubre sino su sombra y el poeta no alza sino un momento el velo misterioso que cubre a la hermana y a la amiga de Manfredo.
Hacia regalos á Zadig, en que tenia mas parte el amor de lo que ella se pensaba; y muchas veces, quando se figuraba que le hablaba como reyna, satisfecha se expresaba como muger enamorada. Muy mas hermosa era Astarte que la Semira que tanta ojeriza tenia con los tuertos, y que la otra que habia querido cortar á su esposo las narices.
Asustado Zadig, que habia puesto en auge los asuntos de su amigo, y enviádole su dinero, no pensó mas que en partirse de la isla, y en ir á saber en persona noticias de Astarte; porque si permanezco en Serendib, decia, me harán empalar los bonzos. ¿Pero adonde iré? en Egipto seré esclavo, en Arabia segun las apariencias quemado, y ahorcado en Babilonia.
Era Astarte, era la reyna de Babilonia, la misma que idolatraba Zadig, y de cuyo amor le acusaba su conciencia; aquella cuya suerte tantas lágrimas le habia costado.
Vos resistís á vuestra pasion con mas vigor que combate Astarte la suya, porque sois filósofo y sois Zadig. Astarte es muger, y eso mas dexa que se expliquen sus ojos con imprudencia que no piensa ser culpada: satisfecha por desgracia con su inocencia, no se cura de las apariencias necesarias. Miéntras que no le remuerda en nada la conciencia, tendré miedo de que se pierda.
Dixéronse entónces Astarte y Zadig quanto á los mas generosos y apasionados pechos pudiéron inspirar afectos tanto tiempo contrarestados, y tanto amor, y tanta desdicha; y los genios que al amor presiden lleváron las razones de ámbos á la esfera de Vénus. Tornáronse á la quinta de Ogul las mugeres sin haber hallado nada.
Palabra del Dia
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