Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de junio de 2025
El sentido común, ordinario era para Luzán la norma y la regla del poeta, y lo útil y lo dulce el fin de toda poesía. El teatro, en su concepto, debía ser una especie de establecimiento de beneficencia, como si dijéramos una casa de expósitos ó un asilo.
El escándalo que á la puerta del templo se produjo fué enorme, y aprovechando entonces la confusión de los primeros momentos, don Bernardo huyó entre la gente, llegando á buscar asilo al convento del Carmen, que era el recurso entonces de los que cometían un delito.
De estas ideas peregrinas tienen muchas los desdichados que llegan a refugiarse en el dolor y a proclamarle lugar de asilo. Arreglose, sin embargo, la cuestión mejor de lo que Lucía pensaba, porque aconteció que aquella misma tarde tomó cartas en ella Perico, resolviéndola con su clásico desenfado.
»Sí, señor repuso ella; y me encuentro sin pan y sin asilo desde que nuestra ama fue desterrada y confiscados sus bienes. »Ese dinero viene de su parte; tómalo, sé dichosa y ruega a Dios por ella. »Y por usted, señor.
«Esta casa añadió el amanuense dando a conocer mejor su voz melodiosa y dulce, que llegaba al alma no es una casa de divertimiento; es un asilo triste y fúnebre, señorita. Yo me hago cargo, sí, señorita, me hago cargo de su dolor de usted...». Y se envasó en el cuerpo, aspirándola por entre los dientes, otra gran cantidad de aire.
¡Ah! dijo respirando largamente , ésa es la cárcel, Eppie; no ha cambiado nada; ahora yo no estoy inquieto. Es la tercera calle a la izquierda, más allá de las puertas. Este es el camino que debemos seguir. ¡Oh! ¡qué feo sitio tan sombrío! dijo Eppie . ¡Cómo oculta el cielo! Es peor que el asilo de pobres de Raveloe.
Mañana van a llevarla al asilo de los pobres. Bueno, vamos. Deseo verla dijo Godfrey . Creo que ayer vi una mujer como ésa. Os alcanzaré dentro de un minuto o dos. El señor Kimble siguió su camino y Godfrey se volvió a la choza. Sólo echó una mirada sobre el rostro inanimado que descansaba sobre la almohada, rostro que Dolly había arreglado de un modo conveniente.
»Con que ya ven ustedes cómo así, a lo tonto a lo tonto, ha venido sobre mi asilo el pan de cada día. La suscripción fija creció tanto que al año pude tomar la casa de la calle de Alburquerque, que tiene un gran patio y mucho desahogo. He puesto una zapatería para que los muchachos grandecitos trabajen, y dos escuelas para que aprendan. El año pasado eran sesenta y ya llegan a ciento diez.
No bastaba la fuerza de sufrir en silencio, ni el refugiarse en la vida interior; necesitaba del mundo, un asilo. Sabía que estaba muy pobre. Su padre, pocos meses antes de morir, había vendido a vil precio a sus hermanas el palacio de Vetusta. Aquel era el último resto de su herencia. El producto de tan mala venta había servido para pagar deudas antiguas. Pero quedaban otras.
Aquel lugar está lleno de misterios y de solemnidad; y el alma se abandona a sentimientos de un orden tan sublime que, según se dice, hace olvidar, por un privilegio milagroso, todas las antiguas emociones de la vida. Ese monasterio será mi asilo.» El día nos sorprendió en esta conversación.
Palabra del Dia
Otros Mirando