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Actualizado: 25 de julio de 2025


El barroquismo sin gracia de nuestras parroquias, los canceles llenos de mugre, las capillas cubiertas de horribles escayolas empolvadas y todo lo demás que constituye la vulgaridad indecorosa de los templos madrileños, no tiene que echar nada en cara a las cursilerías de esta novísima monumentalidad, también armada en yesos deleznables y con derroche de oro y pinturas al temple, pero que al menos despide olor de aseo, y tiene el decoro de los sitios en que anda mucho la santidad de la escoba, del agua y el jabón.

En este punto hubo algo que vencer, porque, preocupados los indios con la igualdad en que los habían criado, no permitían que ninguna sobresaliese de las otras; pero al fin se les ha desimpresionado de este error, y el aseo se ha introducido con no pequeños adelantamientos.

La importación de los nuevos estilos de piedad, como el del Sagrado Corazón, y esas manadas de curas de babero expulsados de Francia, nos han traído una cosa buena, el aseo de los lugares destinados al culto; y una cosa mala, la perversión del gusto en la decoración religiosa.

Además, la causa del desvío de Pepita tenía para mi padre un no qué de fantástico y de sofístico que al cabo debía desvanecerse. Pepita no quería retirarse a un convento ni se inclinaba a la vida penitente: a pesar de su recogimiento y de su devoción religiosa, harto se dejaba ver que se complacía en agradar. El aseo y el esmero de su persona poco tenían de cenobíticos.

El aseo, el orden, el arreglo y la economía de doña Manuela y de Leocadia, ayudaban antes a que la familia viviera en paz y desahogadamente; él, con su trabajo, buscaba lo que hacía falta, y ellas, con sus habilidades y cuidados, suplían lo que el dinero no lograba. Vivían desdichadamente sin Religión...

Después de publicar Becquer sus admirables Rimas, que han hallado eco en todas las almas, y Nuñez de Arce sus robustas inspiraciones, que ya saben de memoria todas las personas de buen gusto, la poesía que consiste en la pulcritud, en el aseo, por decirlo así, de los versos, ha muerto ya y está enterrada para siempre.

Para que al aseo de sus casas correspondiese el de sus personas, les procuré persuadir cuán grato me sería el ver que en lugar de tipoy, de que usaban sus mujeres, vistiesen camisas, polleras o enaguas, aunque fueran de lienzo de algodón, y corpiños o ajustadores que ciñeran su cuerpo y ocultaran los pechos; y que las que se presentasen con más aseo serían tratadas por , y haría lo fuesen por todos con más distinción.

Pasáron á la cola del cometa, y hallando una aurora boreal á mano, se metiéron dentro, y aportáron en tierra á la orilla septentrional del mar Báltico, á cinco de Julio de mil setecientos treinta y siete. Que da cuenta de lo que les sucedió en el globo de la tierra. Habiendo descansado un poco, se almorzáron dos montañas que les guisáron sus criados con mucho aseo.

A Carmencita le dió mucha lástima de aquel inconsolable dolor rodando por el rostro bendito. Tomó la imagen y la aseó; y a escondidas, con sobresaltos y recelos, le hizo una túnica piadosa con el traje blanco de triste membranza. El Niño estaba sobre un mundo dorado, encima de una peana rústica.

Tal vez por instinto, sin darse cuenta de ello, o al menos no dejándolo sentir ni recelar, se miraba y se complacía más en este que podemos llamar aseo moral y corpóreo, por lo mismo que se veía circundada de gente algo ruda y no muy limpia ni de cuerpo ni de alma, y como si tuviese el temor de contaminarse.

Palabra del Dia

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