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Actualizado: 25 de julio de 2025
Hay belleza, elegancia y distinción para todas las edades, con tal de que no falten la salud y el aseo. Y como el Barón está saludable y es aseado y pulcro, yo le hallé y le hallo siempre muy agradable persona y además un hermoso viejo.
Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera, y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente; sobre ella pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras ancianas.
Eran excelentes mujeres: algo remilgadas y secas, con sus ribetes de intolerantes; pero buenas, caritativas, morigeradas y de esmerado aseo.
Mas yo no pensaba semejante cosa, porque llegaba al colmo de la satisfacción, cuando le veía agitarse en la silla, desgreñarse los cabellos con desesperación, y embadurnarse la nariz con rapé, olvidándose de todas las reglas del aseo, olvido que no se producía sino en los casos serios. Con todo, si hubiese sido por él solo, creo que hubiera resistido muchas veces al demonio tentador.
Venían por el arco que da a la Plaza Mayor: doña Manuela, agitada, llevando alguna delantera a sus hijos y con el picaporte en la mano; Tirso, de hábitos y recientemente afeitado, detalle de aseo raro en él; Leocadia lucía puesta la mejor ropa que le quedaba, y a falta de primores en el traje, se había hecho un peinado muy llamativo. Pepe se adelantó al encuentro de su madre.
Aquella gente tiene su lujo, su aseo y su elegancia de cejas arriba, y aunque se cubra de miserables trapos, no pueden faltar el moñazo empapado en grasa y bandolina, ni los rizos abiertos y planchados sobre la frente, como una guirnalda de negras plumas, pegada con goma.
Sus tíos no la mataban a trabajar; antes al contrario, le concedían permiso para salir de paseo los domingos con sus amiguitas, y la tenían limpia y decentemente vestida; limpieza y decencia que, según Cristeta fue creciendo, comenzaron a convertirse en extraordinario aseo y primoroso gusto. El autor había escrito manguitos. La Academia dice mangotes. ¡Paciencia!
Todo tiene en la gran masa ó el conjunto de la ciudad los caracteres de la opulencia, de la actividad, del buen gusto y el aseo, de la elegancia en las formas, del liberalismo en las ideas y las costumbres, del sentimiento artístico armonizando con el espíritu de especulación.
Sólo así lograba entrar en su gracia. Poco tiempo después de haberse trasladado Miguel, fue testigo de una de las más repugnantes escenas de este género. Cuando terminó con el piano una mañana, Julita se fue al comedor, y motu propio, por su extremada inclinación al aseo, sacó toda la vajilla de los armarios y se puso a limpiarla esmeradamente y a colocarla de nuevo en su sitio.
Consecuencia saludable de estas novedades, fue fomentar en Campo Rodrigo costumbres más rígidas de aseo personal; además, Edmundo impuso una especie de cuarentena a aquellos que aspiraban al honor de tener en brazos a La Suerte.
Palabra del Dia
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