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Actualizado: 25 de junio de 2025
Ya sabes que no soy perezosa; digo a trabajar, y... ¡a trabajar! Ha quedado la casa lindísima, lindísima, porque el orden y el aseo todo lo embellecen. Cuando llegamos toda estaba triste y sombrío. Lo que es ahora da gusto pasear por estas piezas. Sólo yo no lo tengo para nada, porque la tristeza me mata.... A cada rato me dan ganas de llorar.
Al mismo tiempo apareció a la puerta de la taberna, y la tapó casi toda, un hombre, especie de tonel de grasa, en forma, tamaño y aseo.
Pues bien, una mañana se paseaba Doña María de la Paz por aquellas alamedas del aseo, cuando entró Doña María Salomé, y dándole una carta que acababan de traer a la casa, le dijo: Otra carta para el Sr. D. Carlos. Viene con sobre a ti; pero es para él. Mira las tres cruces. La letra parece del Sr. D. Felicísimo.
Apenas se fijó en las dependencias que les iba mostrando el jefe: piezas subterráneas que servían á los soldados de gabinetes de aseo y desaseo; salas de baño de una instalación primitiva; una cueva con un rótulo: «Café de la Victoria»; otra cueva con un letrero: «Teatro»... Lacour se interesaba por todo esto, celebrando la alegría francesa, que ríe y canta ante el peligro.
El palacio tiene la majestad del tamaño y de la sencillez, pero es de una arquitectura pasada y fría, sin ningun mérito artístico notable en su exterior. Todo el Hospital se compone de varios grandes cuerpos enteramente separados por anchas calles, y reinan en todo su conjunto y sus detalles el órden mas admirable, el aseo, la comodidad y la dignidad.
Y cuando al fin se dejaba coger, aparecía, lo mismo que una tortuga en su caparazón, bajo las vueltas del cable con que le habían sujetado sus aprehensores. El barbero se ensañaba con él, prolongando las bárbaras operaciones de aseo, y los negros libraban un verdadero pugilato para no dejarle salir de la piscina. Herr Maltrana.
Ella sólo gustaba de los cigarrillos orientales... Y como persistiese el acre olor del cigarro habano, jugoso y bravío, rebuscó en su maletín de aseo, derramando sobre la cama el fondo de varios frascos de esencia largo tiempo olvidados. Una repentina inquietud amargó su espera. La que iba á llegar ignoraba tal vez cuál era su habitación.
La única molestia que hay en los pueblos es la de los que llaman piques, que son unos insectos que se introducen por el cutis en los pies, allí toman incremento y multiplican su especie prodigiosamente; pero, además de la facilidad de extraerlos, en teniendo un poco de aseo en las habitaciones se pasan muchos meses sin experimentar esta molestia.
Su fisonomía decía muchas cosas, pero su filiación no os hubiese dicho nada. Se vestía con un aseo que se confundía con la elegancia; el corte de sus patillas castañas era irreprochable y su raya se prolongaba casi hasta la nuca. No era un hombre vulgar y, sin embargo, no se salía de lo vulgar.
»Esta vez fui recibida en la sala, pieza triste y pobre, sin otro lujo que el aseo, el cual relucía hasta en los damascos descoloridos de los muebles. Apareció el matrimonio a los pocos momentos de estar yo aguardando. La mujer era el mismo espectro de la otra vez, pero sin la calceta, aunque no por eso me pareció menos terrible.
Palabra del Dia
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