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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Me dispuse a arrojarme al agua para seguir la misma suerte; pero en el instante mismo en que se determinó en mi voluntad esta resolución, mis ojos dejaron de ver lancha y marineros, y ante mí no había más que la horrenda obscuridad del agua. Todo medio de salvación había desaparecido.
Bien sabes que me tienes dominado, fascinado, y que a la postre haré cuanto tú me mandes, incluso arrojarme al mar. No hacía más que expresarte una opinión... Si tú no quieres, nada de lo dicho... Trataba solamente de evitar a Cecilia un disgusto. ¡Presuntuoso! exclamó la niña sin volverse. ¿A que te figuras que Cecilia se va morir de pena?
Porque él era la fuente, el origen y el único causante de todas mis desdichas; el demonio sagaz que había socavado mi fortaleza, para arrojarme después hecha jirones al lodazal de las gentes corrompidas. ¡Y con saber esto, y con no poder amarle ya, todavía no lograba aborrecerle! Otro de mis castigos. »Pensando así, llegué a mi casa una hora más tarde de lo que había calculado.
Su imaginación fabricó las más inverosímiles deducciones para explicarse á sí misma esta pérdida injusta. Dios quiere castigarte por tu mala vida, y ha matado por eso á Esteban y me matará lentamente á mí... Cuando supe su muerte quise arrojarme por el balcón.
Pero ¡ay, Rafaelito! eso es el exterior, la fachada, y con unos cuantos inviernos que lluevan sobre ella quedará despintada y llena de grietas. Pero interiormente créame usted, soy una ruina. Con tantas fiestas y alborotos los tabiques se caen, los pisos se bambolean. He corrido muy aprisa; me he quemado las alas por arrojarme de cabeza en la llama de la vida. ¿Sabe usted lo que soy?
Si he de curarme, no me curarán los conventos. Querida amiga, segura estoy de que si entro en él, amaré más locamente a lord Gray, porque no habrá cosa alguna que lo aparte de los vigilantes y calenturientos ojos de mi espíritu; y si ese hombre se empeña en perseguirme aun en la casa de Dios, como sabe hacerlo, no podré guardar la santidad de mis juramentos, y rompiendo rejas y votos, me asiré a la primera cuerda que ponga en la ventana de mi celda para arrojarme a la calle.
No pienses que la amistad y la admiración que me infundiste con tus embustes, se ha trocado en amor lascivo. Se ha trocado en asco. Si continúas aquí corres peligro de que te asesine. Sólo muriendo a mis manos y no gozándome conseguirás ya arrojarme en el infierno.
Sentí encenderse en mí el deseo de arrojarme a sus pies y de gritarle: «Haz de mí lo que quieras; sacrifícame, aplástame bajo tus pies, déjame morir por ti, pero recupera tu valor y cree en tu dicha...» cuando de repente, oí que de los labios de Marta salió un gemido tan lastimero, tan dolorido, que me estremecí, como si me hubieran dado un latigazo.
Al fin doña Guiomar, rompiendo su silencio, continuó de esta suerte: Yo, conociendo ya el mundo, hubiera querido premiar el amor de mi esposo, si no con el amor de mi alma, dándole la posesión de esta mi persona que tan hermosa le parecía, y, aunque procurelo, ser no pudo, que él tenía mucha experiencia y mi intento conocía, y que aquello por lo que yo me brindaba a arrojarme en sus brazos, no era amor, sino compasión y agradecimiento; y evitolo, y sufrió su martirio en silencio, y como estaba achacoso y más viejo que por sus años debía serlo, agraváronse sus dolencias y con él al fin acabaron; que murió el desdichado casi loco de amor entre mis brazos, y sin que yo evitarlo pudiera.
Una parte del castillo había sido edificada sobre una roca, y al pie de ella corría un torrente con violencia inaudita. ¡En el fondo de aquel abismo estaba la muerte!... ¡Una muerte segura, y con ella el reposo!... Más de una vez me detuve al borde del abismo, que medía con mi vista, y dábanme intenciones de arrojarme a él... Pero, ¡Dios me contuvo!
Palabra del Dia
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