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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Quilito se esconde apenas ve gente en casa, y cuando le reprendo, me contesta que él no está para perder su tiempo con vejestorios. Lo que a aquel chiquillo hacía falta, era un padre como don Aquiles, su abuelo, que le arreglara a ordenanza; el látigo es un remedio excelente: con esto y rienda tirante, no hay hijo indócil ni descarriado.

La señora le prometió ponerle la cama en su propia alcoba si el cura roncaba mucho la primera noche. «Pero ahora que me acuerdo, yo también ronco... En fin, ya se arreglará. Aunque sea en la sala te podrás quedar». Llegó Nicolás Rubín a la mañanita siguiente, y Maxi le vio entrar como un enemigo más con quien tendría que batirse.

Estaba pobre; más pobre que cuando llegó á establecerse en esta tierra maldita. Pero su fe en Robledo y la necesidad de consolarle hicieron que se mostrase optimista. Todo se arreglará, don Manuel repitió varias voces, pero sin convicción. Don Manuel, viendo cómo las aguas insistían en su obra destructora, pasó de la tristeza á la cólera. Sus ojos ya no miraban al río.

Todo se arregló en seguida. La frase que Juan le dijo esa noche vuelve a su memoria: «Todo irá bien, todo se arreglará...» Hace chocar su vaso con los dos vasos vacíos que han dejado los jóvenes. ¡A la salud de ellos dos! ¡A la feliz unión de los tres hasta el fin de nuestros días!...

..., doña Jesualda..., don Pedro, casa vieja..., el administrador conocido... Chico... mañana iremos juntas. Cristeta. Berlina..., tu marido. Los sitios convenidos de antemano... ¿Comprendes? Inés. Hablarán ustedes. La conversación se prolongó mucho, y al final hablaron un poco más alto, refiriéndose a lo anteriormente dicho. Inés. Todo se arreglará. Cristeta. Convéncele . Inés.

Estaba la otra tan violenta y tenía los nervios tan tirantes, que al apartar una silla la tiró al suelo, y al poner su manguito sobre la cómoda, dio contra un vaso de agua que en ella había. «Eso es, rómpeme la sillita... Mira cómo has derramado el agua». Mejor. ¿?... Ya te mejoraré yo, ya te arreglaré. Usted, señora, se arreglará sus narices, que a no me arregla nadie...

La estrella en cuestión fue encontrada por el señor Roso de Luna, quien ya había encontrado otra algunos años atrás y nos la había presentado familiarmente, como hubiera podido presentarnos una estrella de variétés: «La modesta estrella que he tenido el honor de descubrir...» ¿Cómo se las arreglará el Sr. Roso de Luna para encontrar tantas estrellas?

Su mamá le había dado jurisdicción sobre ellos hasta para castigarles, pero no quería usar de ella porque tenía miedo de que le perdiesen el cariño: que la mamá se arreglara como pudiese. Después habló del papá, que era muy serio, pero muy bueno; lo único que la tenía apesadumbrada era que parecía querer más a los chicos que a ellas. La mamá, en cambio, mostraba predilección por las niñas.

Ya ves, parece feo un hombre sin trabajar, comiendo la sopa boba... Así que me voy desde luego... Pero no te apures, que yo encontraré ocupación; todo se arreglará.

A Fortunata no se le ocurría nada que responder a estos disparates. «Porque has padecido... ¡pobrecita! Buenas perradas te han jugado en esta vida. La pobre siempre debajo, y las ricas pateándole la cara. Pero déjate estar, que el Señor te arreglará, haciendo justicia y dándote lo que te quitaron.

Palabra del Dia

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