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Subió la sangre al rostro de doña Mencía y le tiñó de rojo al escuchar aquellas palabras; pero con serenidad y calma, para que lo que había resuelto no se atribuyese a momentáneo arrebato, sino a resolución premeditada e irrevocable, dijo a D. Diego de esta suerte: No hubiera yo presumido ni creído nunca, Sr.

Eso, rásquese la cabecita a ver si hace memoria... fue porque semos muy tontos. Era usted el espejo de los filósofos, y ya iba para santo, cuando de repente le dio por comprar un revólver... Bueno va. Y ahora le quiere echar la culpa a la otra pobre. Ella, , ella fue. Me arrebató... y arrebatado estoy.

Sentíase avergonzado de su arrebato. ¡Pegarle al pobre tísico!... Para sofocar sus remordimientos, profirió en voz baja soberbios retos. «¡Otro deseaba él que hubiese cantado!...» Y sus ojos buscaron al Ferrer, pero el temible verro había desaparecido.

¿Cómo aquel socarrón, marrullero, siempre alerta, se había dejado llevar de aquel arrebato? No había tal cosa. Estaba muy sereno. Bien sabía su papel. Su propósito era agradar a don Álvaro, por causas que él conocía; y aunque el presidente del Casino fingiera defender al canónigo, a Foja le constaba que no le quería bien ni mucho menos.

Una y otra me dijeron que la joven con quien está concertado mi matrimonio se obstina en no salir del convento, asegurando que antes se casará con Jesucristo que conmigo. ¡Qué ranciedades, señora madre! añadió con nuevo arrebato . Yo quiero seguir en el ejército, yo quiero ir a Madrid para tratar a la gente que sabe, y a los filósofos, y leer la Enciclopedia, y ver las sociedades secretas, si las hay para entonces, y aprender lo que no , pues D. Paco no me ha enseñado más que esa sandez de Por el barandal del cielo.

25 Entonces Séfora arrebató un pedernal, y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: Porque me eres esposo de sangre. 26 Entonces se apartó de él. 27 Y el SE

De otra parte, una muchacha honesta ha sido seducida, deshonrada, ha perdido su virginidad, y el que se la arrebató debe devolverle la honra. Voy a contestarte por lo último, que es lo que me hace más gracia. ¡Qué risa! Hablas de la virginidad como los niños hablan de las hadas o como las personas mayores hablan de tesoros escondidos.

Dijo con exaltación las últimas frases, palideciendo. Muñoz la contemplaba sin poder hacerse a la idea de que sus angustias concluían y de que Adriana sería suya. ¡Adriana! ¡Adriana! Ella se quedó como extática, cayó de rodillas, pero casi dando la espalda a Muñoz. Alzó la mirada, juntó las manos en actitud de apasionado arrebato; le caían lágrimas de los ojos fijos.

En fin dijo mi amo , dentro de algunos días sabremos lo que ha de resultar de esto. Lo que ha de resultar ya lo yo observó Doña Francisca . Que esos caballeros, sin dejar de decir que han alcanzado mucha gloria, volverán a casa con la cabeza rota. Mujer, ¿ qué entiendes de eso? dijo D. Alonso sin poder contener un arrebato de enojo, que sólo duró un instante.

Jamás recordaba el millonario haber notado en su compañera un momento de abandono, un arrebato de pasión. Cuando él se doblegaba bajo el estremecimiento de la carne, encontraba los ojos de ella impasibles y serenos, como si estuviera cumpliendo un deber penoso. Los espasmos de la materia no turbaban su voluntad.