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¡Cuánto más terrible es esto entre los seres do todo debe cambiar á la vez, desencuadernarse el armazón, descartarse, arrancarse la inflexible envoltura! Encuéntrase cansado, rendido, desfalleciente, ausente de mismo, á merced del primero que se presenta.

Sobre el altar veíanse el ara rota, el tabernáculo hundido, y dos bellos ángeles, que a un lado y otro sostenían antes lámparas de plata, levantaban entonces sus manos vacías, crispadas, como anunciando la cólera del Señor... A los pies de la capilla, sobre un confesonario destrozado y varios reclinatorios rotos, hallábanse amontonados trastos viejos, muebles inservibles y el armazón de un teatro en que había representado la condesa, tiempos atrás, unos famosos cuadros vivos.

El toro, atraído por esta carrera, marchó tras él, y metiendo la poderosa cabeza bajo su vientre lo levantó en los cuernos, arrojándolo al suelo y ensañándose en su mísero armazón quebrantado y agujereado. Al abandonarle la fiera, moribundo y pataleante, un «mono sabio» se aproximó para rematarlo, hundiéndole el hierro de la puntilla en lo alto del cráneo.

Este, como le llamaba aquella, tenía una cara de todo un buen hombre; el género paciente y la clase resignada, se definían perfectamente en aquel armazón de carne, en la que brillaban dos ojillos azules, unas narices abultadas y granugientas, y una calva cercada de algunos mechones blancos, compañeros de un enmarañado y desigual bigote.

Es innegable que este Puerto de San José es el mas á propósito para el establecimiento de una armazon de ballenas, pues antes de entrar á él, existe la gran bahía, en donde se podrá hacer la pesca, sin salir al mar largo, aun dentro del mismo puerto; pues en él, en menos de dos meses, se pescaron y beneficiaron 14 ballenas, como lo afirma el teniente D. Juan Salazar.

Tenía razón Leto al decir a Nieves que no le pidiera cortesías en cuanto empezara el barco a navegar: diez minutos después de decirlo, ya no estaba en casa; ya estaba fuera de mismo, de su naturaleza carnal y propia; ya era como el espíritu, el alma del barco que regía; el ser activo e inteligente se había infundido en la armazón y las lonas del yacht; no pensaba ni observaba ni sentía Leto Pérez como hombre, sino como barco; venía a ser a modo de yacht inteligente, o un ser racional con formas de balandro: lo que se quiera.

Cada vez estás más guapo. Si no fuese por darle un disgusto a María de la Luz, cualquier día engañábamos a éste. Pero éste, o sea Luis, reía de la desvergüenza de su prima, sin que le molestase la muda comparación a que parecían entregados los ojos de Lola, entre su cuerpo desmedrado de vividor alegre y la fuerte armazón del aperador del cortijo. El señorito pasó revista a su gente.

Pensé mucho sobre éstas, al parecer, pequeñeces, que eran, sin embargo, piezas muy considerables del cimiento en que se apoyaba la armazón de mis hipótesis; y al fin tuve que resolverme por la afirmativa, aunque en su grado mínimo, cuando vi los esfuerzos que costó a la pobre disimular a medias el deplorable efecto que le causó la noticia.

El coche se puso en movimiento; sonaron las campanillas de las mulas, rechinaron los ejes y empezó á crujir toda aquella vieja armazón. Quevedo adelantó las manos y tropezó con la mujer. Esta le rechazó. Tormenta se prepara dijo Quevedo para , pues retirémonos y estémonos quedos para que más pronto descargue. La dama continuó callando.

Deseo que, como se comprenderá, me fue imposible satisfacer. Apoyado de espaldas en el muro de la prisión del Rey, divisaba en lo alto a unas diez varas a mi derecha la armazón elegante y ligera del puente levadizo. Dos varas más acá y casi al mismo nivel del puente vi una ventana que, según los informes de Juan, pertenecía a la habitación del Duque.