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Actualizado: 7 de mayo de 2025
La princesa de Poniatowsky parecía más triste al verla partir, y los del cuadro del Hambre se volvían más flacos y macilentos. ¡Pobre cuarto..., tan pobre y tan rico en recuerdos, sueños y emociones! Se lo hubiera llevado con gusto para incrustarlo en los muros venerables del palacio de Aransis. Al salir se despidió mentalmente de las de Relimpio. Les echó una rociada de desprecio.
Capítulo XVI Anagnórisis ¡Hosanna, hosanna! A principios de febrero, Joaquín visitó una tarde a Isidora para anunciarle que la señora marquesa de Aransis había llegado de Córdoba y deseaba verla. El regocijo que esta nueva produjo en Isidora la dejó alelada por breve rato, y en su aturdimiento no hacía más que contemplar al mensajero y recrearse en su belleza.
Logomaquias, hombre dijo D. Manuel apartando de sí con desprecio la carta de su amigo el Canónigo, cacique y faraute de los Peces en buena parte de la Mancha . Esto es novela... ¡Nietos de la marquesa de Aransis!... Cierto es que aquella pobre Virginia... ¿Conoces tú a esa Isidora? Sí. ¿Y ella sostiene...? Como el Evangelio. Logomaquias.
Don Manuel Pez y el marqués de Onésimo habían escrito a la marquesa de Aransis, y aunque esta no contestaba, era de presumir que contestaría pronto y a gusto de todos. También llevaba buen camino lo de la causa criminal de Mariano. Joaquín bebía los vientos para que le soltase el juez, aunque fuera bajo fianza, por razón de la irresponsabilidad que le daban sus pocos años.
La marquesa de Aransis, viuda desde el 54, vivía de asiento en París, en Londres durante la temporada o season, parte del verano en un puerto de Bretaña, y algunos inviernos solía venir a España para templar su salud, no muy buena, en el clima de Córdoba, donde tenía casa y posesiones. En Madrid no estaba sino cuatro o cinco días, de paso para Córdoba o Granada.
Los Sánchez Botín son de buena familia, creo que de un alcurniado solar del Bierzo, y tienen parentesco, aunque remoto, con la familia de Aransis. En un mismo día se casaron las dos hermanas, Milagros con el marqués de Tellería, y Gertrudis, que era la mayor, con el coronel Minio, que rápidamente ascendió a general, ganando batallas cortesanas en las antecámaras palatinas.
¿Por qué no dices a tu suegro dos palabritas acerca de mi pleito? Va a declarar como testigo. Además es el notario de la casa de Aransis. ¡Culebra! Quieres corromper al ave fénix de los notarios. No, no. Es justicia. Yo le pido que no se deje corromper por los de Aransis. Con eso me basta. No conoces a mi presunto suegro.
Repetidas veces la invitó Bou a visitar juntos el palacio de Aransis, cuyas bellezas él no había visto; pero Isidora se excusaba siempre por miedo a la exacerbación de sus sentimientos en presencia de aquellos venerados y queridos sitios, su patria perdida. Un día que la Rufete venía de casa de su prendera, encontró al litógrafo en la calle del Duque de Alba.
El piano sonó también casi todo aquel día, y al siguiente la señora marquesa, acompañada del caballero cacoquimio, del niño músico, de las dos criadas extranjeras y del perro, partió para Córdoba; y el caserón de Aransis se quedó otra vez solo, frío, obscuro, mudo, como inagotable arca de tristezas que, después de saqueada, conserva aún tristezas sin número. Capítulo X Sigue Beethoven
No, señora manifestó Isidora recobrando en un punto su valor, y usando un lenguaje en que se combinaba hábilmente la energía con la urbanidad . He llevado y llevo ese nombre, que no es el mío. Don Tomas Rufete ha pasado, hasta que murió por padre mío, y por tal le tuve y le quise; pero yo me llamo Isidora de Aransis». La marquesa la interrumpió con un gesto de enojo.
Palabra del Dia
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