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Actualizado: 20 de junio de 2025


Esta mujer no sabe que yo me dejo besar... y beso... como quien da limosna a la muerte; a la muerte enferma, loca; que doy besos que son como mordiscos con que quiero detener al tiempo que corre, que corre, pasándome por la boca.... , , Serafina; en esas horas tengo lástima de mi mujer, de quien soy esclavo; sus caricias disparatadas, que son reflejos de otras mías que yo aprendí de tus primeros arranques de amor frenético y desvergonzado; sus caricias, que son en ella inocentes, para crímenes, se me contagian y me llevan consigo al aquelarre tenebroso, donde entre sueños y ayes de amor que acaban por suspiros de vejez, por chirridos del cuerpo que se desmorona, vivo de no qué negras locuras sabrosas y sofocantes, llenas de pavor y de atractivo.

¿Aquelarre?... , quiere decir Prado del macho cabrío. ¿El macho cabrío será el demonio? Probablemente. La canción no la cantaban las brujas, sino un muchacho que en compañía de diez o doce estaba calentándose alrededor de una hoguera. Uno cantaba canciones liberales y carlistas y los otros le coreaban.

Estaba tan feo, que Fuentes dijo a Pinedo y a Jiménez Arbós señalándole: Ahí tienen ustedes al diablo recibiendo a sus brujas en el aquelarre de los sábados. Se le invitó a jugar al tresillo como siempre; pero rehusó. Había visto a dos banqueros a quienes quería pescar para su negocio de la mina de Riosa. Además le convenía hacer la corte a Jiménez Arbós algunos momentos.

Encorvada la horrenda sibila, alumbrada por el vivo fuego del hogar y la luz de la lámpara, ponía miedo su estoposa pelambrera, su catadura de bruja en aquelarre, más monstruosa por el bocio enorme, ya que le desfiguraba el cuello y remedaba un segundo rostro, rostro de visión infernal, sin ojos ni labios, liso y reluciente a modo de manzana cocida.

Después, midiendo al idiota con la vista, con disgusto: En cuanto a ese monstruo, si lo llevaseis al aquelarre, causaría miedo al mismo Satanás; por lo demás, se parece a usted, vieja mía, y si yo pusiera esa cara en el mascarón de mi brick, los bonitos, asustados, no vendrían más a jugar ni a saltar bajo la proa. Aquí Ivona hizo una mueca de cólera.

¡Déjame en paz, maldita bruja! exclamé yo entonces, retirando mi mano de entre sus manos. La bruja fue Beatricica, y no yo replicó la vieja . En sus últimos días se sospecha que fue al aquelarre, donde la mató el diablo, no sin prometerle que volverías a amarla y a ser suyo, sin ingratitud ni mudanza. nada has prometido, pero Satanás ha prometido por ti y cumplirá su promesa.

Palabra del Dia

vorsado

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