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Actualizado: 4 de junio de 2025


Con mucho sobresalto volvió Poldy la cara y vio apoyado en el respaldar de su silla a su hermano Enrique, con su facha de duende maligno, que se reía a casquillo quitado. De ordinario era Poldy apacible y afectuosa con todas las gentes y singularmente con su enfermizo hermano, para quien no tenía palabra mala.

Hanse apoyado para fundar semejante opinión en que la sociedad le roba parte de su libertad, si no toda, pero tanto valdría decir que el frío no es cosa natural, porque incomoda. Lo más que concederemos a los abogados de la vida salvaje, es que la sociedad es, de todas las necesidades de la vida, la peor: eso .

El eje que sostenía la rueda, estaba apoyado en dos troncos de olivo, que habían echado raíces y cubiértose de una corona de follaje verde oscuro.

Le he sacado de la deportacion donde se dedicaba á podar cocoteros y le he hecho pirotécnico. Volvieron á la calzada y á pié se dirigieron hácia Trozo. Delante de una casita de tabla, de aspecto alegre y aseado, había un español apoyado en una muleta, tomando la luz de la luna. Simoun se dirigió á él; el español al verle procuró levantarse ahogando un quejido.

Carlos se calló, vencido y contento. La madeja estaba devanada, pero el joven permanecía a los pies de su madre adoptiva, apoyado en su butaca como cuando siendo pequeño, venía a que le hiciera mimos. Liette, tiernamente maternal, jugaba distraídamente con los dorados del uniforme. Decididamente, ¿irás a Argicourt? ¿Te da miedo la linda castellana?

Como apretaba bastante el calor, principalmente por la tarde, a causa de estar la casa al Poniente, la familia buscaba desahogo en la terraza. Una tarde, con permiso del médico, salió el mismo D. Francisco, apoyado en el brazo de Pez, y dio un par de vueltas; mas no le sentó bien, y se dejaron los paseos hasta que el enfermo se hallase en mejores condiciones.

Tendido en ella como si fuese un enorme ataúd, buscaba con sus débiles ojos los intersticios, y al encontrar uno falto de carena, su alegría le hacía prorrumpir a toda voz en latinajos cantados. Al notar que la barca se movía y ver apoyado en la borda al señor, el viejo tuvo una sonrisa maliciosa, e interrumpió sus cánticos. ¡Hola, don Chaume!... Lo sabía todo.

Y el cuervo de Yégof, apoyado en el borde de la campana de la chimenea, con la cabezota oculta entre las despeluzadas plumas, parecía dormir; pero, de vez en cuando, alargaba el cuello, se limpiaba una pluma con el pico, nos miraba después escuchando un segundo y volvía a meter en seguida la cabeza bajo las alas.

Volviéndose bruscamente apercibió al señor de Maurescamp, apoyado en el marco de la puerta de entrada al invernáculo; mirábalos fijamente y sus ojos y facciones encendidas demostraban tanta cólera, que el señor de Lerne se levantó inmediatamente temiendo algún acto de violencia.

Esto último lo dijo enteramente descompuesto. Continuaba sentado en el suelo, las piernas extendidas, apoyado un brazo en el asiento de la silla. Jacinta temblaba. Le había entrado mortal frío, y daba diente con diente.

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