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Actualizado: 14 de noviembre de 2025


Hoy sus palabras y su conducta parecen anunciar á la vez el hallazgo.

En los pueblos no se reciben telegramas sino para anunciar una desgracia; se conmociona toda la familia; el que lo abre calla y se pone un poco pálido; sus manos tiemblan; todos miran ansiosos... Yo he sentido un tilde de esta ansia cuando he visto, en esta mañana gris, cansado, soñoliento, un telegrama. ¿Qué voy a leer en él? ¿Qué nueva vía desconocida va a abrir en mi vida?

Blanca se ganó al señor Penseroso en cuerpo y alma, y el señor Penseroso, por una parte, y Montifiori y Blanca por la otra, sitiaron y rindieron a mi tío. Muy pronto don Benito y yo advertimos las consecuencias. Ya era tarde: mi tío Ramón babeaba por la linda hija de su amigo y la sociedad comenzaba a anunciar su casamiento con ella.

Allí lo habían conducido, cubierto el rostro, desde su prisión subterránea y allí se había dado orden de llevarme sigilosamente tan luego me encontrasen. También se despachó un mensajero al palacio de Tarlein, con encargo de anunciar al general Estrakenz y a la Princesa, que el Rey se hallaba en salvo y deseaba conferenciar con el General sin pérdida de momento.

En toda ceremonia oficial, los periódicos se cuidaban, ante todo, de anunciar: «Hablará el ilustre SimoulinUnas veces era un discurso patriótico; otras, una oda de circunstancias. Los organizadores de banquetes contaban con un medio seguro para evitar el fracaso: «A los postres, pronunciará un brindis nuestro poeta.» Y en pocas horas no quedaba un asiento disponible.

Alguna vez su espíritu supersticioso llegaba a imaginar si un demonio tentador habría venido a alojar en el cuerpecito endeble de aquella valenciana. Después de anunciar tres o cuatro veces que se marchaba, sin llevarlo a cabo por impedírselo ella, viéndose al cabo libre de sus brazos, se levantó de la butaca. La despedida fue larga como siempre.

Andando en éstas y otras tales, llegó Catana al saloncillo para anunciar que estaba la sopa en la mesa; y al disponerse todos para ir al comedor, Leto, recordando algo de lo que había visto y oído en Madrid y leído después, haciendo un esfuerzo sobrehumano y dando diente con diente por el temor de pasarse de fino, o de estar equivocado, ofreció su brazo a Nieves, que lo aceptó placentera y como la cosa más corriente y natural del mundo.

Me afeó el préstamo aceptado de Lea y puso cuanto tenía á mi disposición, pero no era bastante para sacarme del apuro. Se ofreció amistosamente á servirme de intermediario para anunciar á Lea mi viaje y me hizo observar que acaso fuese peligroso enterarla del país á que me dirigía. Me acompañó á mi casa, me ayudó á terminar mis preparativos y me acompañó á la estación.

Muerto el obstáculo más grave, el duque creyó que los demás obstáculos serían fáciles de vencer. Dejó pasar algún tiempo, y un día, al fin, completamente vestido de negro, y de la manera más sencilla, se hizo anunciar á la duquesa. Doña Juana le recibió en audiencia particular; sólo que tenía vestido de negro también, sobre sus rodillas, á su hijo. Con el luto estaba la duquesa encantadora.

Como los observatorios meteorológicos anuncian los ciclones, el Magistral hubiera podido anunciar muchas tempestades en Vetusta, dramas de familia, escándalos y aventuras de todo género. Sabía que la mujer devota, cuando no es muy discreta, al confesarse delata flaquezas de todos los suyos.

Palabra del Dia

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